Según el barómetro poselectoral del Centro de Investigaciones Sociológicas, tres de cada cuatro españoles considera que los políticos “no se preocupan mucho” de lo que piensa la gente y que siempre buscan “sus intereses personales”. En este plan ya me dirán cómo se explica lo que está pasando. Después de cuatro meses de reuniones, idas y venidas, vueltas y revueltas, después de oír mil veces que ellos lo que buscaban era un cambio profundo de la sociedad española, resulta que nada lleva camino de cambiar.
La preocupación primera de los españoles es el paro, por encima incluso de la corrupción; de lo que se deriva que el partido conservador, probablemente el más ‘podrido’ de todos, puede ganar otra vez las elecciones, y ahora de verdad, no de mentirijillas, como en las elecciones anteriores. En una tira de Peridis aparece el coche del “sorpasso” con líderes de Podemos y de Unidad popular y el grito: “Mariano, la gente no se fía de los políticos”. Y contesta Mariano echado sobre su sillón azul: “ Y eso que no nos conocen a fondo”. Pero hay mucho más. El presidente peor valorado ya desde hace muchos meses es Rajoy. Cierto que no aprueba ningún candidato a La Moncloa pero lo del gallego ya pasa de castaño oscuro. No alcanza ni el 3. Si hubieran de elegirlo por sus brillantes notas de credibilidad, los españoles se quedarían con el político que más suspensos tiene. Y la paradoja no queda aquí, porque puede ser, según las encuestas, que sea presidente otros cuatro años. ¿Y qué pasa con la clase media, esa desbandada de aluvión de la cual decían que no tenía ideología? Pasa que cada día es menos media a costa de ser más baja. Dicen que esta clase ha perdido doce puntos de los que tenía antes de la crisis. En otro tiempo empujó el consumo y el acceso a la vivienda, lo que dispararía luego la burbuja inmobiliaria; intentó que sus hijos adquirieran estudios superiores como impulso hacia el bienestar.. Hoy la noticia no puede ser más deprimente. Casi tres millones han pasado a ser clase baja. No les llega el sueldo a fin de mes. No pueden con la luz, el agua y la contribuciones. Tienen dificultades para abonar las tasas académicas. Son más pobres que antes, a pesar de las promesas del Gobierno y sus cantinelas sobre la recuperación. De Europa mejor callar. Bruselas no se cree que cumplamos el objetivo de déficit.
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