Poeta de guardia es un programa estable de poesía, coordinado por Toño Jerez y cobijado por el paraguas underground de La Oficina. En él, los poemas se deshilachan en las noches de Almería desde hace casi cuatro años y la lista de artistas que han protagonizado alguna de estas sesiones van desde Felipe Zapico hasta Deborah Antón, pasando por los locales Juanma Gil, Raúl Quinto o Pilar Quirosa, entre muchos otros.
Y ha sido Julio Béjar el último en exponer su espectáculo centrado en la poesía, pero que no sólo se nutría de ella. Sucedió el pasado viernes, el mismo día en que Mariano Rajoy, a escasos metros del local de la Calle de Las Tiendas donde habita esta iniciativa cultural, paseaba para dar lustre –y un poco de caspa– a nuestra Feria del Libro. Pero La Oficina vivió de espaldas la solemne visita de nuestro presidente. Mientras la policía cortaba calles y los palmeros jaleaban cada paso de un risueño y afable Rajoy –la proximidad de las elecciones obliga a vestir de cercanía–, Julio Béjar y los suyos descargaban poemas, guitarras y cajones flamencos de su furgoneta.
Porque el poeta no vino solo. Víctor Guirado acompañó con sus acordes melódicos la música de la poesía, mientras que Daniel Ortega, armónica o cajón en mano, marcaba con discreción el compás o subrayaba las notas de cada verso. Una mezcla mágica. Una amalgama sencilla (como dice el propio Julio Béjar, la complejidad suele enmascarar a los mediocres). La suma de elementos puros orquestados por el perfecto maestro de ceremonias que resultó ser el poeta.
Luego, más de una hora en la que encontraron su espacio las bolsas, las mudanzas, los payasos e incluso un concejal de urbanismo. Pero por encima de todo, la poesía cedió su voz a la insatisfacción y a los perdedores –o a la insatisfacción de los perdedores…, aún no lo tengo claro–. Porque de ellos no hablará la historia, pero sí los poetas. Porque de ellos es el porvenir y porque para ellos es el himno que Julio Béjar les dedicó. Y todo encabezado por una poética inundada de preguntas. De porqués. De dudas que al final se diluyeron. Si no porque encontraron respuesta, sí porque nos hicieron entender que los poetas de lo que viven es de no encontrar soluciones.
La Oficina Producciones ocupa un espacio único en nuestra ciudad y tiene que seguir haciéndolo. En él conviven talleres, charlas, recitales y demás manifestaciones o actividades artísticas autogestionadas. La cultura almeriense le debe una a este espacio asociativo. Así que dejémoslo respirar. Y si no somos capaces de entender lo que hace, al menos no pongamos piedras en su camino.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/106563/la-oficina