Curiosamente, el flamenco es la única disciplina musical que ha desarrollado el concepto de peña flamenca, habitualmente con la forma jurídica de Asociación Cultural y con estructura cooperacional y asociacionista, en esencia y de forma general, con carácter democrático. Estos centros han acabado siendo fundamentales en el desarrollo y divulgación del flamenco. Y además son el mejor ejemplo del concepto de afición llevada a su máxima expresión, porque habitualmente sus directivos y colaboradores dedican su tiempo y trabajo de forma altruista. Y aunque en estos tiempos de crisis esto va cambiando gracias a listillos que enmascaran bajo este formato su propio negocio para evadir impuestos y conseguir licencias que en ningún otro caso conseguiría, lo cierto es que las peñas, las de verdad, siguen siendo recintos de culto para el flamenco, en muchos casos se convierten en reductos de supervivencia para los artistas locales.
Y ya sabemos que cuando se trata de altruismo, son muy pocas las personas que asuman responsabilidad y mucho menos trabajo, salvo en aquellos casos en los que el cargo suponga cierto estatus social que en muchos casos costaría trabajo alcanzar en lo cotidiano. Por eso, acaban siendo proyectos personalistas, que con el paso de los años se definen como unipersonales, incluso, pero que no dejan de cumplir con su función pedagófica-festiva-divulgativa del flamenco.
Este año dos peñas que cumplen años. La primera es El Ciego de la Playa, de Huércal de Almería. Una institución de la que soy socio fundador y fui su primer secretario, y cuya continuidad y supervivencia agradezco a compañeros y artistas que lo han hecho posible. La otra es El Morato, con 35 años y con varios altibajos que merecen estudio y divulgación; actualmente ejerce, sin dudas, la primera posición como labor de peña y aceptación social.
Al día siguiente de que Lola de Quero tomara las riendas de la peña, se veía que esta nueva etapa iba a ser más activa y dinámica. Pasó de ser una peña deshabitada a ser peña con vida. Los aficionados se juntaban allí gracias a la afición y la generosidad de su marido, el Niño de las Cuevas. Y ahora es la única peña de Almería con actividad todas las semanas, cursos formativos con cierta continuidad, que mantiene su propio grupo artístico y que mantiene sus puertas abiertas porque todo el mundo es bien recibido.
Por todo ello, es difícil entender la connivencia y los favores del Consistorio hacia El Taranto, que obedece a un espíritu más endogámico y privado, limitado a dos conciertos mensuales dedicados exclusivamente a sus socios y por tanto, sin repercusión social.
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