Dijo Gardel, en su gran tango “Volver”, que “20 años no es nada”…Pues bien, hoy han vuelto mis alumnos para reencontrarse, con la frente algo marchita y después no de 20, sino de 25 años. Queridos lectores, a pesar del tiempo transcurrido, no les puedo negar que me dejé llevar por los recuerdos y la emoción: allí estaban otra vez en su mismas aulas y con sus “viejos y queridos profesores” para sentarse en aquellas clases de la Compañía de María donde revivieron múltiples anécdotas y detalles.
La verdad es que para los que tuvimos la oportunidad de educarles las sentidas palabras dirigidas en el discurso por Isabel Salas, en representación de sus compañeros, justifican esta profesión de maestro y te ayudan a seguir con nuevas ilusiones. En las aulas de Bachillerato nos obligaron a improvisar aquellas clases de otro tiempo y se sentaron para escucharnos y escucharse. ¡Qué recuerdos!: “Aquel recinto pronto se convirtió en un lugar familiar, en nuestra segunda casa”, decía Isabel que continuaba: “El fin de la EGB representaba para nosotros un conjunto de sensaciones agridulces ya que experimentábamos la alegría por la conclusión de una etapa y, a la vez, el vértigo que nos producía el inicio de otra nueva y desconocida. Los jóvenes de entonces, comparándonos con los de hoy en día, teníamos inculcados hasta la médula unos principios que nos venían dados de casa, los cuales, nos hacían el no concebir siquiera a faltar al respeto, ni elevar la voz a alguien. Las expresiones por favor, gracias, perdón, etc…no eran meras fórmulas de cortesía en desuso sino que formaban parte de nuestro vocabulario habitual. En clase, nos comunicábamos fundamentalmente mediante notas de papel, el Whatsapp de la época. Era todo un arte pasar de pupitre en pupitre aquellos diminutos trozos de folios cuidadosamente doblados, sin ser vistos por ningún profesor que pudiera interceptarlos antes de llegar a su destinatario”.
Vuestros profes hace 25 años os decimos adiós con el corazón porque es verdad que algo se muere en el alma cuando una promoción abandona unas aulas que siempre conservarán algo de aquellos alumnos. Con el tiempo transcurrido, hemos descubierto que nuestra labor no ha caído en saco roto y, por eso, pensamos que ha merecido la pena entregar nuestra vida a esta hermosa tarea educativa. Chicos, habéis vuelto con la ilusión intacta y con una carga de experiencias vitales: “Volvemos aquellos jóvenes que un día salieron por el portón de Obispo Orberá con ganas de comerse el mundo y, sobre todo, volvemos con el agradecimiento eterno a nuestros profesores”. Gracias también a vosotros, queridos alumnos, pues habéis contribuido a nuestro enriquecimiento personal y profesional.
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