Escribía hace unas semanas que si los políticos almerienses quieren que los ciudadanos los tomen en serio cuando hablan del AVE, lo primero -y quizá lo único- que pueden hacer es asumir el compromiso público de que la sinceridad de su palabra es tan veraz que, si no son capaces de lograr que la alta velocidad llegue a Almería antes que acabe la próxima legislatura, aquellos que pertenezcan a los partidos que sostengan al gobierno renunciaran a repetir como candidatos en otras elecciones.
Sería un compromiso histórico asumible a derecha e izquierda ya que, a menos de un mes del 26J, todas las posibilidades poselectorales están abiertas y el futuro gobierno podría estar conformado por acuerdos en lo que las cuatro opciones tienen posibilidades de participar. Los electores decidirán con sus votos si otorgan una mayoría suficiente a un gobierno PP- Ciudadanos o se inclinarán por una coalición de izquierdas. (La posibilidad de que se produzca, otra vez, la aritmética endiablada del 20 D da espanto, pero a España y a los españoles nos sobra torpeza para perpetuar la incapacidad contrastada de a quienes elegimos).
Cuando escribí aquella llamada a asumir cabalmente el coste de un fracaso tan demoledor para los intereses de la provincia no albergaba ninguna esperanza de que alguien asumiera el reto de acompañar la frustración colectiva con el sacrificio individual. Solo pretendía poner en evidencia la levedad que se esconde tras la palabrería. Almería- pensarán- lleva cien años incomunicada por ferrocarril con el resto de España; ¿Por qué tengo yo que renunciar a la comodidad de mi carrera política por otros cuatro, ocho, o doce años más de espera?
Sostenía Bismarck que nunca se miente tanto como antes de unas elecciones, durante una guerra o después de una cacería. ¡Cuánta razón hay en este pregón de las diecisiete palabras!
En lo que no reparó el canciller alemán fue en la posibilidad de que estas tres situaciones, tan unidas con la mentira, coincidieran en un momento determinado. Y en esas estamos. El 26 J acudiremos a unas elecciones en medio de una guerra en la que todo valdrá para cazar un voto.
Durante las últimas semanas he tenido la posibilidad de hablar con el presidente del Gobierno, con la presidenta de la Junta, con el líder de la oposición en Andalucía, con los dirigentes provinciales de PP y PSOE y con alcaldes de una y otra trinchera. Pues bien, después de escucharlos a todos no albergo la más mínima duda de que, la que se avecina, va a ser una campaña de tierra quemada en la que la lucha será casa a casa, cuerpo a cuerpo y voto a voto. La escenografía de cartón piedra de los grandes mítines será sustituida por los combates mediáticos entre los candidatos a presidir el gobierno y, en las provincias, asistiremos a una guerra de guerrillas barrio a barrio y pueblo a pueblo.
El excelente trabajo desarrollado por la Mesa del Ferrocarril ha puesto el AVE no solo en la vanguardia de las reivindicaciones almerienses, sino en la primera línea de tiro, convirtiéndolo en munición para agredir al adversario. De aquí al día electoral el sonido reivindicativo de la Alta Velocidad va a ser tan estruendoso que sólo los limpios de corazón y los torpes de inteligencia verán verdad en las palabras y no el ruido provocado por la sonoridad evanescente de los fuegos artificiales. Vamos a asistir a una feria en la que todos los días y a todas horas tendremos castillos pirotécnicos en las que la gran traca final de cada acto estará protagonizada por la llegada de la alta velocidad.
Todos los partidos van a coger ese tren con la esperanza de arañar un puñado de votos al contrario. No se crean a ninguno. O, en todo caso, sitúenlos a todos en la generosidad del beneficio de la duda.
Sería erróneo negar que los políticos que nos han representado hasta ahora no han aspirado a una pronta llegada del AVE a Almería. Claro que sí. Lo que no han hecho ha sido enfrentarse con contundencia a sus ministros de Fomento y Hacienda para que esa aspiración se reflejara en los Presupuestos.
No lo hicieron los del PSOE en la medida que hubiéramos deseado- salvo Jesús Miranda (y así se lo ha pagado su partido: con el desdén)-, ni lo han hecho los del PP en estos cuatro años de olvido en los que han convertido al gobierno de Zapatero-no por méritos inversores, sino por comparación con ellos-, en casi benefactor.
Como tampoco van a hacer nada Ciudadanos y Podemos si, en compañía de otros, llegan al poder. Los de Albert Rivera porque, en su estrategia de recuperación económica, invertir en nuevas líneas es un gasto y no una inversión productiva; los de Pablo Iglesias porque la alta velocidad es un lujo que beneficia fundamentalmente a los empresarios que sólo quieren esa vía rápida para que sus productos lleguen antes y se vendan más caros en los mercados o para viajar con mayor comodidad a Madrid. Ya saben, el ejercicio del derecho de autodeterminación para Cataluña es urgente, pero el AVE para Almería, o para cualquier otra ciudad, puede esperar. Lo siento por mis amigos de Podemos, pero no me imagino al general candidato defender con convicción la llegada de la alta velocidad a una provincia a la que ha sido desterrado y a la que no puede querer porque no la conoce ni conoce sus necesidades ya que, hasta ahora, le era desconocida.
Ya verán como en esta feria de las falsedades que va a ser la campaña todo dará igual. En los días que se avecinan oiremos hablar y prometer del AVE por tierra, mar y aire. Y, como marxista (de Groucho más que de Carlos), me atrevo a sostener desde el oportunismo dialéctico que en los mítines al atardecer en el Almanzora volveremos a coger en marcha el tren que unía Guadix con Almendricos, y en los de la capital la alta velocidad con Granada, y en el área metropolitana y el bajo Andarax prometerán un tren de cercanías entre Gador y la capital y el soterramiento total y la conversión de la antigua- y bellísima- estación en un espacio moderno de usos culturales y…apunten todo lo que se les ocurra en este carrusel de disparates en el que la mentira sale gratis porque no cuesta nada.
Dicen que el escepticismo es la filosofía de los sabios. No estoy de acuerdo. El escepticismo induce a la quietud y no es la indolencia mochila con la que pueda llegarse a ningún sitio. Lo que sí es recomendable es el descreimiento.
No me gusta la palabra ni el concepto que encierra (creer nos hace avanzar), pero el tiempo-tan tozudo, tan persistente-, lleva años enseñándonos que, en política, ser descreído es la mejor forma de no tener que enfrentarse a la amargura de la frustración. El problema es que los almerienses, tan inteligentes para tantas cosas, no aprendemos esa lección y, cada cuatro años, acabamos repitiendo curso y error.
La llegada del AVE se va a utilizar en esta campaña pero no se va a decidir, por mucho ruido que oigamos. La batalla por su llegada comenzará a partir de la formación del nuevo gobierno. Esa es la clave. Almería quedará conectada con la alta velocidad ferroviaria si el próximo gobierno decide incluir las obras pendientes en los Presupuestos de los próximos cuatro años.
Sinceramente no confío en que ninguno asuma el reto de forma decidida- el descreimiento, ya saben- pero todos debemos ser conscientes de que si hay algo que puede convertir el olvido de ayer en compromiso para mañana solo es la persistencia en la reivindicación, la contundencia de los argumentos y el respaldo social.
La Mesa del Ferrocarril está realizando un trabajo colosal, pero su esfuerzo quedará condenado a la melancolía si los almerienses no nos situamos, en bloque y sin matices, detrás de su admirable trabajo.
Como cita con acierto esa biblioteca andante que es Fausto Romero, hagámosle caso a Abén Charaf de Berja cuando hace mil años nos aconsejó que confiáramos más en nuestras propias fuerzas por pequeñas que sean, que en las de nuestros amigos por grandes que parezcan.
Que los políticos se dejen de jugar al tren y todos al tajo; los ciudadanos los primeros.
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Pedro Manuel de la Cruz