Dos de los nuestros

Ramón Crespo
23:18 • 31 may. 2016

En provincias, la vida se hace demasiadas veces cansina. Y es que nada parece trastocar el monótono paso del tiempo, zarandearnos de una abulia perenne, y eso que somos testigos de las mayores barbaridades urbanísticas, políticas o culturales. ¿Hace falta poner ejemplos? El tedio y el conformismo lo engullen todo, así ha sido siempre. Antes de la guerra un joven catedrático de literatura, Evaristo Correa Calderón, le escribía una carta a su hermana, la abuela de Juan Manuel Bonet, diciéndole que el ritmo de “esta ciudad dormida bajo el sol, una ciudad casi africana” sólo se interrumpe, una vez por semana, con el paso por su cielo del Graf Zeppelín. Lástima que ningún vuelo de Zeppelín nos despierte, ahora, de este letargo. Para ser un creador, aquí, en provincias, hace falta tener una voluntad de hierro. Carlos de Paz y Antonio Jesús García, Che, son dos fotógrafos forjados en la resistencia, en esa lucha por mantener a salvo un sueño. Ambos decidieron ser fotógrafos, pese a todo, y como viejos rockeros siguen enseñando sus cicatrices, la flor ácrata y libertaria, para que el mundo no se olvide de ellos. La obra de Carlos de Paz ha rastreado lugares que parecían abocados al olvido: la feria más alocada y ebria, las costas anegadas de chapapote, o las gentes que trabajan en la montaña de piedra. Seguramente el humor y la ironía, muy evidentes en sus autorretratos, le han ayudado a establecer la distancia necesaria entre realidad y ficción, fundamental para un artista. Pero destacaría de su actual exposición en el Museo de Arte, Vidas encontradas, sus imágenes más silenciosas, ésas que rescata de la intimidad, lejos del reportaje, y que rebosan lirismo. Su labor pedagógica, relacionada con todo aquello que tiene que ver con la imagen pero también con lo social, es ejemplar como lo es su bonhomía. 
Antonio Jesús García, Che, es profesor de fotografía en la Escuela de Arte. En su obra conviven la cultura popular y la contracultura, los cómics y el arte posmoderno. Una mirada que desvela influencias cinematográficas aderezada con la mitología y la estética del rock and roll. Pero este inquieto artista ha fotografiado otros temas tan dispares como la tauromaquia y el flamenco, o los paisajes de western. Ahora presenta Danzad, danzad, malditos, en MECA, una visión de la ciudad, el escenario donde los personajes construyen el relato de la contemporaneidad: Londres, Madrid, Almería. A Che le interesa la narración y, frecuentemente, escribe, y muy bien por cierto. Sus artículos de prensa contienen tanta dinamita que podrían despertar a esta ciudad de provincias de su letargo, pero… ya se sabe. 
No les pierdan la pista. Son dos de los nuestros.  







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