Ara Malikian o el genio volador

Mar de los Ríos
23:18 • 07 jun. 2016

Y entre una niebla de atrezo y ritmos étnicos, todo se funde a negro para escucharse a lo lejos como si un niño aburrido ejecutase tristes punteos sobre un instrumento de cuerda. Notas separadas van abriendo la estela de la melodía, mientras en el escenario los instrumentos que acompañan al espectáculo denominado 15 ocupan sus puestos: Un segundo violín, una viola, un violonchelo, un contrabajo y dos percusionistas.
Y él, en contra de todo pronóstico, surge del patio de butacas como una sombra. Avanza despacio hasta el escenario. Pasa del llanto a la carcajada con su arco tensando sobre el apéndice de sí mismo. Y esta sería la gran diferencia entre un artista y un genio. Pero hay mucho más.
Ara Malikian encarna a la emoción según saca el virtuosismo del niño prodigio que huía de la tragedia con la música. El esquema interpretativo de las piezas de su propia cosecha nos lo chiva. Sigilo, como si temiera que le escuchasen los malos, melancolía, para, de pronto, dar un salto de estrella de rock a modo de punto y aparte y desa­tarse en ese instante la locura; zíngaro desmelenado, música y sonrisa cosidas a sus alas. Y yo las veo desplegarse, ya vuela entre nosotros.
El repertorio de 15 alterna piezas propias y hits de todos los tiempos. En medio de ellas nos deleita con monólogos trenzados sobre un elegantísimo sentido irónico de la vida, que sin duda tiene mucho que ver con su trayectoria de superviviente. Cuando le escuchas hablar de una adolescencia solitaria en Alemania, de una juventud loca en el Londres de los 80, donde Boy George le echa de la banda por perderse su propia actuación, absorto entre los grupos emergentes que tocaban antes que ellos, de una hermana roquera compartiendo un cuarto lleno de posters de Led Zeppelin y un padre violinista clásico, sin hacer ni una alusión a todos los premios y becas ganadas en esos años, fruto de su talento y su esfuerzo, sabes que tienes a uno de los grandes frente a ti. 
Las carcajadas que surgen de la platea cuando se declara un vegetariano enamorado del jamón ibérico y que por eso lleva 15 años viviendo en España añaden un plus al disfrute musical. Porque aspirar sus personalísimas piezas con los ojos cerrados, ya hubiese sido más que suficiente.
Pero Ara estuvo mucho tiempo de su vida en silencio, escondido en un búnker de niño en Libia, solo en una Alemania ininteligible, prisionero en un foso de músicos clásicos en su juventud europea, para decidir al fin saltar al escenario y ser él: un pájaro exótico. Y de esta evolución participa su locuacidad, tan afinada como sus cuerdas. 
“Unos salen del armario, yo salí del foso”. Y desde entonces planea sobre el mundo lanzándose en picado sobre el encorsetado formato clásico que se le presupone a un violinista, haciendo piruetas asombrosas que alejan de la tentación de la desidia a cualquier tipo de público que llene las plateas de sus propuestas.
Hay que ser un visionario para mezclar con acierto el Verano de Vivaldi y Life on Mars de David Bowie, donde el todo es una cosa superior. 
El Vals a Kairo, una pieza dedicada a su hijo cuando aún nadaba tranquilo en la barriga de su madre, me resulta especialmente deliciosa, llena de silencios entrecortados, como la larga espera del parto…
El homenaje al centenario del genocidio del pueblo armenio en 1915 también nos encoge el alma y nos masajea el cerebro…
La culminación del sello Malikian viene de la mano de una versión del aria más famosa de Bach, ejecutada con la sensibilidad de otro genio, que paseaba otra vez entre un público absorto tras dos horas y media, y que arrancó la última y atronadora salva de aplausos, de una serie constate.
Ara Malikian, el violinista de origen armenio, de infancia libanesa, de juventud multieuropea y madurez española, es el genio volador salido del foso, el que debiera estudiarse en los colegios en cualquier asignatura, porque siempre vendría a propósito como ejemplo vivo de cómo el arte salva y sana las heridas. 
Cuando las mentes obtusas comprendan que la Cultura es una necesidad, estaremos más cerca de ser Humanidad. 
Yo, por lo pronto, recetaría Malikian en vena cada ocho horas durante todo junio, a ver si cambia algo…







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