Que la culpa es de la tierra

Jose Fernández
01:00 • 10 jun. 2016

El Cortijo del Fraile seguirá en manos privadas. Tanto hablar, tanto dolerse y tanta representación, para que al final la cosa quede más o menos donde empezó. A pesar de que la empresa legalmente propietaria esté frita a multas y sanciones por parte de una doliente y escandalizada Junta de Andalucía, nuestros gestores y prescriptores culturales se conforman con el lavado de cara del inmueble que declararon Bien de Interés Cultual con gran utillaje mediático. Igual que hicieron con el abandonado Cable Inglés, al que nadie escribe, salvo los grafiteros de medianoche. Está visto que en Almería hay andamios que apestan a campaña electoral y andamios con perfume de nube. Así que a pesar de las denuncias constantes de la Junta por el abandono y ruina de este símbolo totémico de su hueca política cultural, aquí no ha pasado nada. Expropiar el Cortijo y transformar su torrencial exhibición de buenos propósitos en un centro de interpretación, una Fundación, un observatorio lorquiano o vaya usted a saber qué cosa, suponía tirar de chequera y poner el dinero encima de la mesa. ¡Y hasta ahí podíamos llegar! Hablar de dinero es una ordinariez impropia de caballeros y caballeras, por lo que es normal que desde Sevilla hayan dicho que ya está bien de declaraciones y de auspiciar performances de arte y ensayo en torno a la ruina del cortijo que hace noventa años inspirase a Lorca el drama del que casi todos hablan sin haber leído. Y me van a perdonar, pero uno ve más drama en el mantenimiento de una política cultura orientada al gesto antes que al gasto. Si de verdad existiese en la Junta un interés real por hacer de Bodas de Sangre un argumento de conocimiento, cultura, difusión y defensa patrimonial, y de vincular de paso la figura de Lorca con Almería, hace tiempo que habrían actuado de otra manera. Así que cuando alguien pregunte quién es el responsable de este despropósito, que acabe diciendo como Leonardo, el pichabrava que rapta a la novia en la historia: “Que yo no tengo la culpa; que la culpa es de la tierra”. 







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