Varias cosas quedaron claras anoche, en ese coliseo de los sueños que fue y siempre será el Cervantes: es más difícil ver una corbata en un acto de Podemos que a don Adolfo González Montes de botellón en el Parque. También quedó claro que la Ponientá, más almeriense que las migas con lluvia, no respeta ni al áulico hombre de moda en este país; y que en esta coalición de izquierdas no hay privilegios que valga: la coordinadora provincial de IU, Rosalía Martín, se quedó fuera del recinto, no la dejaron entrar, porque ya no cabía más gentes. Lo mismo le pasó a Pepillo el Barbero, y a más de 500 personas que tiñeron de morado nazareno la Plaza Pablo Cazard, que no pudieron entrar por falta de aforo.
Llegaron los anticasta a Almería, a la tierra de los tempranos, para darse un baño de multitudes en un lugar muy poco suyo: un teatro de terciopelos y rasos, de lámparas de araña, donde se vestían de máscaras de carnaval los señoritos de toda la vida y las pomposas señoras miraban por los anteojos desde la platea. Muy distinto al lugar inicial, Las Almadrabillas, donde los esforzados jabegotes sacaban las redes cargadas de jureles, antes de que naciera Pablo Iglesias. Sonaban los timbales en la calle, como en una merienda de negros, cuando llegó Pablo, con Echenique, Lucía Ayala, Irene Montero, el General y otros tantos, y se armó la revolera, en un ambiente variopinto, como un cókctail de frutos secos, con abigarrados mozalbetes con pañuelos de pirata, con familias con carricoches de bebé y juguetes de la Patrulla Canina, con jubilados y jóvenes, muchos jóvenes. En el palco, Pepe Céspedes, con los brazos cruzados, y Paco Calavera, absorbiendo quizá material para sus sketch.
Salió, entonces, al escenario la casta podemita, con la música del Cazafantasmas. Y hablaron y hablaron sin parar de la nueva era que se avecina: Susana Lizárraga, de que Almería es tierra de kalesis; Lucía, de naranja Ciudadanos, apostó por una Almería morada; Echenique bromeó con que prefería hablar sentado; y Pablo, el Mesías, se sentó, como un cantante melódico, como hacía Patxi Andión, en la escalerilla, las mismas por las que cayó asesinada la actriz Conchita Robles. Sacó sus fichas de Umberto Eco y fue desgranando mensajes a ritmo de rap, mientras arriba los jubilados del Círculo daban golpes en la mesa de mármol jugando al dominó, mientras presentaba a Julio Rodríguez como un patriota, como el Braveheart almeriense.
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