Es más que probable que en las Elecciones del domingo gane el Partido de la Abstención, más aún que en diciembre de 2015, cuando alcanzó 9.280.639 de potenciales electores, el 28’80% del censo, frente al 20’59% del PP y 15’78% del PSOE. Es paradójico que en una votación venza el no votado. Así las cosas, propondría como presidente del gobierno al siempre prudente, sensato y carismático Vicente del Bosque, que sabe hacer –y jugar en- equipo.
Cada día más, incluso en los países en que votar es un deber, es creciente el divorcio entre los políticos y los ciudadanos, que no quieren politicastros -“político inhábil, que actúa con fines y medios turbios”- pues no hacen política sino politiqueo: “brujulear en política; hacer política de intrigas y bajezas”. Es una perversión de la democracia representativa: una vez con el voto en el zurrón, el politicastro se considera dueño y señor del mismo -del voto y del ciudadano- y se dedica al politiqueo de los pactos, no dudando en formalizar un sindicato de intereses con quienes hasta ese momento habían sido, en todo, sus antagonistas. La democracia no se legitima desobedeciendo la voluntad manifestada por los ciudadanos y firmando pactos indecentes. ¿Para cuándo la circunscripción unipersonal, mayoritaria, por distritos dentro de la provincia?
La respuesta a ese politiqueo nauseabundo puede ser la abstención. Y cuando ésta gana ¿aquí, no dimite nadie? Debería ser obligatorio hacerle un test psicotécnico a cada político antes de darle el carné, la acreditación. Si para conducir un vehículo hace falta, no digamos para conducir un país. Y, aquí, el más tonto hace relojes.
La abstención es un termómetro de sintonía, de ilusión, de credibilidad, de confianza.
En España, votar es un derecho (artículo 68.5 de la Constitución), no un deber. En democracia, hay cuatro opciones igualmente legítimas: abstenerse, votar un partido, votar nulo y en blanco, igualmente democráticas, legítimas y válidas, porque suponen la manifestación de voluntad del ciudadano, libremente emitida: la abstención es el voto más amargo: puede significar tanto un desentenderse de todo o un “no voto porque no tengo opinión o confianza o no me fío de ninguno o me tenéis harto, panda de inútiles...”
Y pongo un ejemplo muy elemental: si Vd. va a una tienda y no encuentra lo que ha ido a comprar, se abstiene, no compra una cafetera si lo que buscaba era una camisa. Por la misma razón, ¿por qué tiene que votar algo que no comparte? Y si, encima, Vd., sabe que, luego, con su voto van a hacer lo que a ellos les interese en contra de los intereses de Vd., pues ¡como para ir a votar, vaya!
Cada uno de nosotros sabe cómo está España. Lo que necesitamos son soluciones. Y, esas, no nos las dan. Es como si un médico nos dijese que tenemos una neumonía y no nos recetase nada eficaz. Claro, estos son médicos a palos, como el Sganarelle de Molière.
Intelectualmente, la campaña está siendo border line, dominada por el síndrome A.T.I., Avidez Televisiva Incontenible, de quienes acudan a TV a cantar “Vamos a contar mentiras”. ¡Si al menos nos hubieren resuelto dudas tan esenciales como por qué las ovejas no encogen cuando llueve y los jerséis de lana sí; si un parto en la calle, es alumbrado público; ¿dónde está la otra mitad de Oriente Medio...?
Pero he llegado a un momento de mi vida en que no me interesa lo que me digan, pues no los creería. Es muy triste pensar así de los llamados padres de la patria: a mi padre, lo creí siempre. Jamás me engañó.
Claro que, a lo mejor, todo es más sencillo: los árboles de la selva de la confusión salvaje en el que se mueven todos con traje de camuflaje no dejan ver el bosque: uno (PP) quiere pactar con casi todos; otro (Ciudadanos), lo mismo, pero veta a Rajoy; otro (PSOE), veta al PP; otro (Podemos) tiene un líder, Iglesias, que se dice adorador de ZP –que ha pasado de ser “el sicario de Bruselas” a “el mejor Presidente que ha tenido este país”- a quien tiene por consejero áulico desde aquella cena a cuatro –Bono, Zapatero, Iglesias y Errejón- en casa del primero, en enero de 2015. ¿Qué pasaría en aquella comida, de la que nunca más se supo, para que ZP se hiciera podemita?
... Pese a todo yo, sí voy a votar: no tanto al PP, como a Rajoy, un sosegador imperturbable, el único estable de los candidatos –siempre ha dicho lo mismo-, coherente, fiable, experimentado y eficaz: evitó el rescate de España por la Troika, ha reducido el paro de 5.287.000 desempleados a 3.891.403, conseguido que España pase de menguar a crecer al 3%...
¡Suerte, España! La necesita.
NortonInternetSecurityBF
NortonInternetSecurityBF
NortonInternetSecurityBFNortonInternetSecurityBF
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/108765/ganara-la-abstencion