Peter Babel decía que lo mismo que los individuos tienen sus días, las sociedades tienen sus decenios. Y hay días de tranquilidad y sosiego, a los que suceden jornadas de bronca, que pueden estallar por cualquier tontería, de la misma manera que las sociedades atraviesan veinte o treinta años de apacible aburrimiento hasta que llegan unos años de desazón y organizan una buena guerra civil o una esplendorosa guerra mundial o, simplemente, estallan en un afán de discusión que se extiende por diversos ámbitos y sectores hasta que llega el momento en que, si no echas una bronca, no eres nadie.
Recuerdo un sainete de los Hermanos Quintero, "Ganas de reñir", que debería ser de obligada lectura o representación en las diferentes facultades de Psicología y Sociología. Sin que ninguno de los hermanos fuera psicólogos o sociólogos retrataron de una manera inteligente esos días en los que el gato que duerme dentro, araña las tripas y te incita a la gresca, esas horas en las que un cúmulo de circunstancias neuronales y hormonales forman un cuadro anímico en el que no estás ni siquiera en condiciones de aguantarte a ti mismo.
Siguiendo el paralelismo que señala Babel ¿vivimos en una sociedad con dificultades para aguantarse a sí misma? Esas concreciones, paradójicamente, precisan de una gran capacidad de abstracción y, a la vez, de una perspectiva de difícil objetividad. De cualquier manera, que un tipo como Trump pueda tener posibilidades de ser presidente de Estados Unidos, o que Marine Le Pen pudiera ser presidenta de la República Francesa, o que Vicente Maduro lo sea de Venezuela, o que Pablo Iglesias Turrión dirigiera los servicios secretos de un país miembro de la OTAN, puede ser fruto de una coincidencia, pero a partir de los cuarenta años creer en las casualidades es un síntoma de inmadurez.
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