Esta noche sabremos -¿o sólo intuiremos?- si las Elecciones de hoy –hacía 30 años que no se celebraban en verano; aquéllas, las ganó el PSOE con 184 diputados y el 44’06%- son definitivas o si, por el contrario, se cumplen los refranes de no hay dos sin tres y de a la tercera va la vencida.
Y pese al sesgo ideológico de las encuestas -El Mundo favorece al PP con 13 escaños sobre el País, y éste al PSOE con 7 sobre El Mundo- todas las publicadas apuntan a un resultado diabólico que puede conducirnos al refranero, a salvo, claro está, el cambio de última hora que pueda originar el inesperado triunfo de los antisistema europeo con el Brexit, la salida de Gran Bretaña de una Unión Europea amputada, que ya ha derrumbado las Bolsas mundiales y creado un caos en el sistema económico global. En buena lógica, debería favorecer a los antisistema populistas y a los independentistas, y perjudicar a los europeístas. Pero hablar de lógica en España es arriesgado: creo que se vota más con el corazón que reflexivamente o por una militancia más ciega que racional. Y no olvidemos el desastre de la Ley Electoral: en Madrid, un diputado cuesta 94.346 votos; en Soria: 26.120. Y en Almería, 39.482. ¿Dónde está la proporcionalidad?
¿Por qué no descarto unas terceras elecciones? En primer lugar, porque los resultados casi uniformes y estables de las encuestas dibujan el escenario de dos grandes bloques empatados y antagónicos, con el PSOE y Ciudadanos de jamón del sandwich. Es un fenómeno mundial: el Reino Unido, el último ejemplo.
En segundo, porque las fobias personales han crecido y, con ellas, los vetos ¡de los perdedores! a aquellos con quienes sería necesario pactar para formar un gobierno estable entre no discordes: la democracia es un sistema de diálogos, no de vetos. Dice George Vedel: “la idea de diálogo expresa la filosofía profunda de la democracia”. En una consolidada, no cabría que unos inexpertos chuflas políticos –¿han hecho, siquiera, palotes; sabrán hacer la “o” con un canuto, no nos bastó con las ocurrencias del debutante Zapatero?- impusieran su capricho personal y se cargaran el Estado de Derecho. ¿Cómo lo consiente el centenario PSOE?, aunque, claro, así se explica por qué está como está. ¿Cómo puede haber llegado a los ZP y Sánchez, Luena, López, Batet… desde Fernando de los Ríos, Prieto, Besteiro, Gómez Llorente, Solana, Felipe González…? ¿Y miramos a los yogurines del PP?
Si Pedro Sánchez conduce al PSOE a la homérica derrota de hundirse en el tercer puesto –y él, nisesabe en qué lugar en Madrid- y en diciembre, siendo segundo, ya fue humillado por Podemos, ¿va a convertirse en criado de los chamanes populistas para quienes, por cierto, me ha pedido el voto por carta una tal Esperanza que se dice hija mía -¿me hago la prueba de ADN?; la niña fue de Rajoy, no me atribuyó la paternidad- que vive en Londres -¡ahora, son ganas!- y firma con un corazoncito? ¡Son cursis con avaricia los podemitas! Parece claro que, para Sánchez, el camino de su casa es el destino que elegirá o le harán elegir. A fin de cuentas, el irresponsable Cameron –que convocó el referéndum que le ha costado el puesto por razones partidistas/personales- ha anunciado su dimisión y, en España, lo hizo Almunia cuando bajó hasta 125 diputados. ¿Cuántos tendrá el empecinado y antipático Sánchez? España necesita la izquierda de la esencia moral y progresista en derechos civiles y sociales. Por eso, si hoy el PSOE no mejora de la enfermedad que lo está consumiendo, debe reposar y tratarse hasta estar plenamente restablecido, amputando lo que sea necesario… si lo es.
No es, pues, descabellado pensar en unas terceras elecciones. El panorama no es en absoluto alentador.
Por ello, votaré, es decir, prestaré mi voto hasta las próximas elecciones. España ha progresado cuando se ha gobernado desde el centro no cuando como ahora –basta ver cómo ha ido la campaña inane- se acentúa el renacer de dos Españas radicalizadas.
Nos deseo buena suerte y acierto a la hora de votar hoy: ¡ojalá acertemos con los políticos que elijamos! Y se la deseo a los inteligentes, dialogantes, equilibrados y eficaces, a quienes, de verdad, consideren que en la política, como en la vida, se está para servir o no se sirve para estar.
¡Ojalá acertemos electores y elegidos, y hagamos realidad la “Oda al hombre sencillo” de Neruda: “ganaremos nosotros, / los más sencillos/ ganaremos”! Los españoles, pues no se tratará tanto de ganar como de convencer, que significa “vencer con”, es decir, los Partidos constitucionalistas unidos. A fin de cuentas, nosotros mismos debemos ser la esperanza.
¡Y dale! Se es culpable o inocente. Y se es inocente salvo que un tribunal diga en firme que se es culpable. ¿Cómo, entonces, Pedro Sánchez puede haber dicho este oxímoron sobre De Gea: creo en su presunción de inocencia, pero no me siento cómodo viéndolo como portero de la Selección después de ver su nombre salpicado y denunciado por una menor. (Que no lo era, por cierto) Y Errejón: debería explicar asuntos que nos resultan turbios.
¿Con ese desprecio a la Constitución quieren gobernar un Estado de Derecho?
La burla hortera A Los Toros, la antigua fiesta nacional, les queda un pelao. Lo más sorprendente es que oficie de barbero Enrique Ponce, casi eterna máxima figura. Los Toros son una liturgia que empieza por el uniforme del torero, el traje de luces. Ponce, en Francia, ha toreado de smoking, traje de fiesta civil nocturna. Hay profesiones –militares en campaña, sacerdotes en misa, cirujanos en quirófano- cuyo ejercicio exige el uniforme. ¿Se los imagina de luces?
Ahora resulta que Ponce se ha hecho antisistema taurino.
¿Qué fue del horno? En 2008 se organizó un concurso para ponerle letra al Himno nacional y que los futbolistas pudieran cantar su patriotismo. Lo ganó D. Paulino Cubero: ¡Viva España! / desde los verdes valles / al inmenso mar, / un himno de hermandad!... / Ama a la patria / pues sabe abrazar, / bajo su cielo azul, / pueblos en libertad...
¿Qué habrá sido del podre D. Paulino y de su Arcadia feliz? Consolémonos los almeriense con el nuestro, tan fácil y cantable: “Guzla de gárrulo andaluz, / hálito oriental”. ¡Cosa fina!
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