Sabor a magdalena

José Luis Masegosa
22:04 • 26 jun. 2016

 Dicen quienes llegan a la comarca de Sanabria y Carballeda, en Zamora, que allí hay que cerrar los ojos a los ocres de la llanura de la meseta y abrirlos para enriquecer el alma con las frescas vibraciones que generan los paisajes verdes y boscosos. Estampas inconfundibles en las que el roble y el tejo se dejan entrever por las variadas acuarelas del agua que siempre está pura. Paisajes que en Rionegro del Puente hablan de pasajes crecidos al albur de la piedra, santo y seña de una tierra que es encrucijada de senderos y caminos, caminos de historias que han trazado los ancestros del pueblo con el protagonismo de  los hijos de ayer, abuelos y tatarabuelos  que viven su ausencia en nuestra tierra, en el Sur, y en la memoria, en los nombres perpetuados a través del tiempo por sus actos, por sus aventuras y desventuras que aquí y allende los mares supieron grabar a fuego la nomenclatura del rincón de Carballeda, en el que los descendientes, los vivos de hoy cumplen la sagrada obligación de perpetuarlos. Uno de esos vivos es Carmen Iglesias, una rionegrera que cruzó España para abrirse camino y para dar una mejora a su quintuple descendencia. Hoy pasea sus ávidos ojos de interminables historias y su frágil figura de linaje castellano por las calles de las ciudades andaluzas, a la par que contagia la alegría que desprende su genuina y tierna sonrisa de sus 94 años. Tantos años que nunca han olvidado el dilatado pasado. Pero las hojas del calendario se tornaron sepia, tiempo ha, con otras impresiones y remembranzas de esta buena mujer, inquieta, vivaz y andariega incansable, que mantiene una envidiable actitud frente a la vida. Hace unos días llegó a su boca el delicado paladar de unas magdalenas de la orialeña confitería  de “la Polaca”, donde pervive la tradición artesana de la Tía Luisa. El aroma dulcelimonado y el exquisito sabor de las magdalenas almerienses abrieron con ímpetu el baúl de la infancia rural de Carmen. La degustación de las magdalenas procuraron un feliz viaje a la añorada niñez de esta nonagenaria zamorana que no dudó en exclamar: ¡saben tan buenas como las que hacía mi madre¡. Y es que los sabores también viajan y nos hacen viajar, incluido el de las magdanelas.  







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