Primero de todo felicitar al ganador. Lo pide la cortesía. Los españoles han votado y como descansa en ellos la soberanía popular es justo reconocer este triunfo democrático del PP. Ahora bien: sería indecente que yo no pudiera repetir todo lo que he ido diciendo aquí durante cuatro años. En este triunfo conservador el pueblo se ha olvidado de la corrupción, una de las más altas de las que tenemos memoria. Personas que están siendo investigadas como presuntas descalzadoras del erario público pueden alegrarse del triunfo del partido conservador.
Junto al olvido electoral de la corrupción está también la manipulación del voto útil. En este plan Ciudadanos ha perdido ocho escaños que han ido a parar al PP. El votante de centro derecha adivinó enseguida quién tenía que a gobernar. Luego está también el voto del miedo, estrategia magistralmente utilizada por la derecha de todos los tiempos desde el primer brujo hasta el “nene, caca” de los parvularios. Unas veces el miedo se encarnó en Satanás para los creyentes otras veces fue una hecatombe social o una hambruna. No se le puede negar al PP que tiene buena mano para hacer entendibles los mensajes. Dividir a los ciudadanos en buenos y malos, en sensatos y alocados o en moderados y radicales puede ser una gilipollada de internado pero funciona, vaya si funciona. Buenos eran los militantes del partido conservador, malos todos los demás predicadores del cambio. Pero hay causas externas que pueden explicar mejor lo sucedido el domingo.
Podemos no ha hecho otra cosa que salirse del tiesto. Se propuso el “sorpasso” con la aparición estelar de Anguita. Qué disparate. Eso no era lo esencial.Debió unirse a Pedro Sánchez y todas las fuerzas de izquierda si de verdad querían desbancar al PP. Sin embargo estuvieron tonteando con Bildu y con los independistas catalanes. Al fin hemos palpado la fortaleza moral del PSOE pero ya era tarde. Pedro se las vio primero con los barones, luego con Susana y luego con unos partidos emergentes que le acusaban de ser otra réplica Rajoy. Mientras tanto las clases medias de este país pidiendo que cambiara la historia. Hemos perdido una buena ocasión para el triunfo de la izquierda. Como ocurrió en el Mayo francés aquí nadie quiso tomar el poder de la calle.
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