Parece lógico y natural que los partidos que han sufrido el batacazo en las urnas anden de reuniones, análisis y estudios comparativos para profundizar mejor las razones del fracaso. Una de las causas, no la única ni mucho menos, ha sido el voto del miedo. La derecha ganadora ha reaccionado por boca de sus periodistas a sueldo diciendo que la gente no es tan cobarde. Que conste que el adjetivo es de ellos, no mío. Lo que nadie puede negar es que el dinero es un pelín tímido y asustadizo y en cuanto le ve las orejas al lobo salen para Andorra, Suiza o Panamá que e las pelan. Así ha sido siempre. Los romanos decían que el dinero no huele justamente por esa facilidad de ocultarse. Y viniendo a nuestros días, tampoco hace tanto tiempo que conocimos cómo las arcas de Grecia se vaciaron ante la amenaza de un Tsipras vencedor. Por si hay quien no lo sabe, Tsipras representaba los valores y el modo de vida de la izquierda helénica. Aquí en España, el miedo se llama Podemos. No tardará mucho en aparecer un volumen de mil páginas que recogerá con profusión todas las hostias que le han dado a este partido, especialmente de “los buenos” y “ oderados”, como dice Rajoy. Si alguien vio el peligro desde el primer momento ese fue el PP. Desde Génova salieron las falanges mediáticas cuya misión trascendental era poner diariamente verdes a Pablo Iglesias, a Iñigo Errejón y a Monedero. No sé quién descubrió la supuesta dependencia de Podemos con la Venezuela de Chaves y Maduro. Aquí tembló el orbe. La derechona tradicionalista y de las JONs pensó que se quedaba sin papel higiénico para limpiarse el culo como está mandado. Y se armó la de San Quintín. El portavoz Rafa Hernando no sabía cómo llamar al de la coleta. Por toda ofensa le apellidó Heidi. Qué barbaridad. Qué profundidad conceptual en al análisis. ¿Y de donde nacía tal desprecio? Del miedo, sí, del miedo. Del pavor a quedarse sin sueldo y tener que segar trigo los veranos en Guadalajara. Del pavor a que este mundo de un vuelco alguna vez por más que lo estén pidiendo probos señores juristas. Claro, también Podemos tiene sus defectillos. Le falta tiempo para organizarse. Le falta estructura y le sobra protagonismo en los platós.
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