Durante el último Pleno celebrado en el Ayuntamiento de Almería, los concejales del PSOE volvieron a dar muestras de ese síndrome de circunscripción dudosa que a veces exhiben sin demasiado pudor, sembrando entre el público asistente y los espectadores de Interalmería TV la razonable duda de si estaban allí defendiendo los intereses de Almería o los de algún barrio de Sevilla. Y es que aunque ellas y ellos no dudan en abanderarse como portavoces de la “sociedad civil almeriense” cuando se trata de protestar contra el Gobierno central del PP, o a la hora de exigir alguna medida al Gobierno municipal, cuando se les pide que se sumen a alguna acción que suponga llamar la atención a sus señoritos de la Junta de Sevilla, palidecen súbitamente, experimentan incontrolables temblores y los más previsores corren a buscar un tapón de sidra ante la eventualidad de alguna jindama repentina. Ya digo que el último Pleno resultó de lo más revelador. En él, los socialistas se negaron a apoyar una llamada de atención a la Junta de Andalucía (suscrita por PP, C’s e IU) por la gestión manifiestamente mejorable que vienen desarrollando en la Alcazaba, que ha protagonizado estos días noticias embarazosas para alguien que –como marca el libro de estilo de la Junta- se arroga la excelencia, el acierto y la eficacia. Pero aunque su abstención resultó tan sorprendente como vergonzante (que un concejal almeriense del partido que sea se niegue a pedir mejoras para la Alcazaba es algo que más de una y de más uno tendría hacerse mirar) la aurora boreal del pánico reverencial se pudo ver cuando la concejal Inés Plaza, para defender la abstención del PSOE en una moción del PP que pedía a la Junta el asfaltado de los accesos a la Bola Azul, defendió con brío que la Junta de Andalucía no es competente en ese hospital del Servicio Andaluz de Salud. Ni Los Del Río han hecho tanto por Sevilla.
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