El Comité Federal del PSOE, reunido el sábado pasado en Madrid, no adoptó posición oficial alguna respecto a las negociaciones iniciadas por el candidato del Partido Popular, Mariano Rajoy, con vistas a su investidura. Pero la declaración del secretario general socialista, Pedro Sánchez, fue contundente: “De las tres opciones -abstención, voto a favor o voto en contra-, los socialistas votaremos en contra”.
Esa manifestación tan clara de Pedro Sánchez se produjo en el lugar donde debía hacerse y no participando en el circo mediático que han protagonizado los llamados ‘barones territoriales’, incapaces de mantener prudencia cuando les ponen por delante un micrófono. Esta vez, justo es reconocerlo, Susana Díaz, en otras ocasiones tan dicharachera, no ha participado de la ceremonia de la confusión. Lo de su compañero extremeño Fernández Vara ya hay que darlo como un caso perdido: con igual naturalidad defiende una postura que su contraria y no encuentra dificultad alguna para defender en la puerta de Ferraz lo que es incapaz de defender dentro.
La rotundidad con la que se pronunció Pedro Sánchez ha hundido en el desánimo a algunos periodistas y tertulianos, que han sentenciado lo peor: estamos abocados a unas terceras elecciones. Huyamos de fatalismos, es una conclusión precipitada. Si se analiza con detenimiento el desarrollo del Comité Federal –hubo nada menos que medio centenar de intervenciones- se puede observar que en todo momento se dio por hecho que Mariano Rajoy –o el Partido Popular, si se quieren adoptar excesivas precauciones- acabará gobernando. No es posible configurar una mayoría alternativa. Más claro, el agua: si no es posible una alternativa y no se desean otras elecciones, ¿qué es lo que viene? Pues eso.
No está en el ánimo del PSOE, porque no lo puede estar, facilitarle las cosas a Mariano Rajoy. “Lo que no puede exigir Rajoy al PSOE es nuestro apoyo, porque la alternativa al PP no puede ser la solución al PP, que se busque otros aliados”, repitió Pedro Sánchez. Rajoy debe trabajarse su investidura. Primeramente, debe manifestar de forma clara si va a aceptar el encargo del Rey. Hay que recordar que en la anterior ocasión despreció ese encargo porque no contaba con una mayoría. ¿Hará ahora lo mismo o, por el contrario, acudirá al Congreso de los Diputados sin contar previamente con la rúbrica de 176 diputados? Es lo primero, insisto, que debe aclarar Rajoy.
Y en segundo lugar, el presidente en funciones no debe perder un minuto más sin buscar apoyos. Él sabe dónde tiene que buscarlos. No es de recibo que hasta hoy no se haya reunido con Ciudadanos, su partido más afín. Lo ha hecho en cambio con la Ezquerra Republicana de Rufián: ¿se puede saber para qué? No son encuentros institucionales, señor Rajoy, los que hay que buscar ahora, sino negociaciones políticas. ¿Acaso no se sabe distinguir la diferencia entre una cosa y otra?
No habrá terceras elecciones. No las quiere el PP, no las quiere el PSOE y no las quiere casi nadie. Para evitarlas, Rajoy tiene que trabajarse su investidura. Si no sabe cómo hacerlo, podría pedir consejo a José María Aznar. En el año 1996 Aznar abandonó el balcón de Génova, donde se gritaba “Pujol, enano, habla castellano”, para reunirse en Barcelona con Jordi Pujol, al que, para agradarle el oído, aseguró que en la intimidad hablaba catalán. Asegúrese Rajoy sus 170-171 diputados y, sobre el resto, ja en parlarem. O, mejor, ja ens veurem. Pero la investidura a casa, por mensajeros, descuide, señor Rajoy, que nadie se la va a mandar.
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