Mis primeros trabajos en periodismo estuvieron orientados hacia lo que entonces llamábamos la cultura. Las grandes secciones del diario, (política institucional, Ayuntamiento, Diputación, policía, sucesos, deportes, economía e industria) estaban ya encargadas a personas muy avezadas sobre las cuales el director confiaba totalmente. Los periodistas nuevos teníamos que buscarnos para justificar el sueldo una sección que recogiera los principales entretenimientos de la gente. En Almería, a la altura de los setenta, ya había en el ambiente dos maneras de analizar la cultura coincidiendo, claro está, con la contestación al franquismo y la lucha estudiantil que fue el motor de la democracia. Entre la gente ya mayor persistía la vieja afición a los toros, al flamenco, a las grandes procesiones y a la feria como espectáculo netamente almeriense. Entre los jóvenes influenciados ya por la izquierda interesaba algo más la música contestataria, el arte moderno en general, la fiesta anual del PCE junto a la charla de algún profesor visitante y de avanzada doctrina. En aquellos años yo era muy feliz visitando a pintores, a jóvenes poetas y a músicos en agraz. Existía la creencia de que la cultura, sin más, supliría la falta de libertad en este país y que la revolución vendría sin necesidad de tomar las armas sino visitando librerías y bibliotecas. Buena parte de ello se consiguió por la transculturación que produjo el turismo, pero no exageremos. Muchos intelectuales que habían sido grandes líderes callejer0s callaron de pronto como si se hubieran quedado mudos. Conocí alguno de ellos que lo primero que hizo fue comprarse una caña de pescar y ya jamás quiso hablar de política. A mi me pasó esto mismo pero con la crítica de arte, la poesía y las noches de piano bar. Sobre nosotros había caído una noticia terrible. Valiéndose del cuento de las armas de destrucción masiva, el trío de las Azores nos metió de hoz y coz en la guerra de Irak. Y no crean que la gente se quejaba en la manifestación. A mi lado iban unos subsecretarios con carné que decían que aquello era un nuevo Renacimiento para la humanidad. Se impuso, pues, el espectáculo frente a la cultura. Y en eso estamos.
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