Antes de que la actividad política municipal tuviera la vitalidad y pujanza que tiene en la actualidad, la comunicación de los regidores con sus vecinos, sobre todo en municipios pequeños, utilizaba diferentes canales que en poco se parecen a los actuales, sobre todo por la carencia de medios y tecnología de entonces. Nos situamos en las últimas décadas del pasado siglo. Eran tiempos en los que el boca a boca de las tradicionales tertulias y los conciliábulos de las plazas conformaban enriquecedoras ágoras que no tenían nada que ver con las grandes ventajas y posibilidades que hoy ponen a disposición de administradores y administrados las redes sociales o las tecnologías. Los mensajes llegaban, tal vez distorsionados, pero encontraban el receptor que buscaban, y en casi todas las ocasiones con la pretendida carga positiva o negativa con los que se habían emitido. Eran años difíciles, de arcas públicas escasas, cuya disponibilidad económica solo permitía cubrir los servicios municipales básicos. Entre estos, aunque pudiera parecer un derroche, se encontraban las fiestas patronales que no podían faltar bajo ningún pretexto. Estos festejos se anunciaban, como ahora, con cierta antelación en los correspondientes programas, que eran costeados con la exigua publicidad de los anunciantes del pueblo y/o de la comarca, y con fondos municipales. Vecinos y visitantes conocían, de esta guisa, la programación de actividades con todo detalle. Estos programas, que en numerosos pueblos se les llamaba y se les llama “libro de fiestas”, incluían el contenido lúdico-festivo, las nominaciones de las reinas y místeres, los anuncios, y ,a lo más, una salutación del primer edil, alguna colaboración literaria y el pregón. Sin embargo, desde que la rivalidad política se ha acrecentado en los consistorios, los programas se tamizan de festivos, pero en realidad se han convertido en verdaderas memorias de gestión y plataformas de propaganda. Se comprende que tal vez sea la única oportunidad al año que por este medio impreso tienen los equipos de gobierno de informar de su gestión anual, pero en realidad lo que se consigue es un panfleto lúdico-propagandístico que desvirtúa el espíritu festivo y contamina el auténtico contenido de los tan ansiados programas o libros de fiestas.¡ Una pena¡.
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