Peligro: plegarias atendidas

Pocas cosas encierran más peligro que una plegaria atendida o la concesión de un deseo largamente anhelado. La historia está llena de sinceros arrepentimientos que empiezan a forjarse tras la espiral de pequeñas catástrofes que suceden lo que, en principio, parecía una magnífica noticia. Por eso tampoco hay que tomarse a la tremenda la negativa de la Junta de Andalucía de conceder la declaración de Interés Turístico a las tapas de Almería. Peor para ellos. No; no he perdido la cabeza, ni tampoco está usted leyendo la columna de un concejal socialista de esos que hacen palmas hasta a un cantaor mudo si viene de Sevilla. A estas alturas ya no quedan novedades por descubrir en esa factoría de desdén y lejanía en la que –incomprensiblemente- ha querido convertirse la Junta del PSOE de Sevilla para Almería. Lo que quiero decir (aun siendo consciente de que no se trata de un argumento agradable para el admirable sector turístico) es que el éxito en la promoción turística de un territorio es en ocasiones inversamente proporcional a la calidad de vida de sus nativos. Reconozco el esfuerzo que el sector está haciendo por la creación de empleo y sé que nuestros hosteleros son unos grandísimos profesionales que tienen todo el derecho a sentirse indispuestos con la displicente y áspera actitud del Gobierno andaluz para cualquier tema relacionado con Almería. Ahora bien, aunque resulte antieconómico, admito que a veces añoro los tiempos en los que no se hacían estas eficacísimas campañas de promoción de Almería y hasta en las fechas  más señaladas era posible ir a playas no colmatadas de turistas y las terrazas tenían una densidad menos concentrada. Pero eso ha cambiado. Hemos conseguido que nos conozcan, que nos visiten y que incluso repitan. Un éxito que anhelaron larga e infructuosamente nuestros padres y abuelos y ahora vemos cumplido. Pues… qué bien ¿no?  

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