Este fin de semana hemos leído en ‘El País’ una esclarecedora entrevista de Iñigo Errejón, (Madrid, 1983). El número dos tuvo como se sabe algún que otro encontronazo dialéctico con los hombres del aparato pero no por eso ha renunciado a ejercer de intelectual orgánico teniendo en cuenta además que ha sido el partido como tal el que hizo público reconocimiento de sus errores.
Errejón reconoce que Podemos fue una irrupción inesperada en el panorama español y que, a día de hoy, lo conseguido es importante, si bien aún no es capaz de producir certezas definitivas para la mayoría. “Podemos, dice la entrevista, está llamado y tiene magnificas condiciones para gobernar en España”. Pero tiene que hacer vibrar a quienes todavía no se sienten seducidos por la nueva poética de masas. Más capacidad de escucha y flexibilidad de maniobra al unísono con los intereses de los españoles hubiera necesitado el partido emergente, en palabras del número dos. Ahora bien, parece rota la posibilidad de un entendimiento con el PSOE.
La locura del “sorpasso”, repetición del sueño de Anguita-Aznar y la no menos loca pasión por quedarse con la exclusiva de la izquierda frente a Rajoy metió al país en un laberinto sin salida en las dos consultas electorales anteriores y aún es probable que tengamos una tercera.
Es cierto que quedó roto para largo el bipartidismo porque el pacto PSOE-Ciudadanos hizo imposible la ascensión de la izquierda al poder. Podemos se convirtió en la línea roja del centro derecha de Rivera y el centro derecha de Rivera alejó toda posibilidad de diálogo con Iglesias, maniatando a los socialistas. Mientras tanto el PP ganaba las elecciones a pesar de la asombrosa corrupción y de los gritos de regeneración democrática que estaba pidiendo la sociedad española. La derecha de ese país tiene un único argumento del cual se beneficia casi siempre y es el miedo. Han llegado a la conclusión de que si no gobiernan ellos vienen a caballo las siete plagas de Egipto. Podemos está obligado a hacer mucha pedagogía en los años que vienen. A estructurar el partido y colocar un representante en cada villorrio. A profundizar su mensaje en contraste con el que recibe el pueblo de la derecha mediática. Así es posible que Podemos no venga asociada jamás a los horrores de la Rusia soviética.
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