Son ejemplares únicos: al nacer, se rompió el molde. Ejemplares únicos de incapacidad política, de estulticia, de arrogancia, de inmadurez, de antipatriotismo, de fuácata mental, de insustancialidad, de egocentrismo… Sánchez, Rivera -un estuche de monerías- y Rajoy -que ha dicho “sí, pero a lo mejor no”- se están cantando el bolero: “y así pasan los días / y yo, yo desesperado / y tú, tú contestando / quizás, quizás, quizás.” Pero, ¡ay!, no son Sara Montiel ni Nat King Cole.
Si siguen primando los miserables intereses particulares y/o partidistas, debe intervenir el rey, al que la Constitución no define como un Don Tancredo mudo y manco sino que le encomienda arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones. Jugando con las palabras, hoy, el funcionamiento no es ni regular: no funcionan. Por ello, de permanecer el bloqueo, a mi juicio debería reunir a los tres partidos defensores de la Constitución y, con papeles delante, pegar un jarreón y arbitrar y moderar. Eso no es borbonear, sino cumplir con lo que la Constitución le impone: hablar con todos a la vez, y tratar de conciliar.
Lo cierto es que reina en el país del Retablo de las Maravillas –“no se te pase de la memoria, Chirinos, mis advertimientos, principalmente los que te he dado para este nuevo embuste”- si no, y tal vez más propio, en el del esperpento valleinclanesco de la Corte de los Milagros o, incluso, el Patio de Monipodio...
España no es una democracia al uso europeo, democrático, que respete y ame a sus símbolos y signos, y valore a sus políticos, la mayoría competentes, fruto, sin duda, de una educación eficaz y de un sistema electoral que no premia a los más dóciles y obedientes –por ello, los políticamente más incompetentes- sino a los más capacitados y cumplidores. España es un país al que, ya, no comprendo: la democracia es, sobre todo, inteligencia, lógica, ética y patriotismo.
Si España fuese un país realmente democrático, los españoles no percibiríamos a los políticos como el tercer problema más grave en vez de como la solución. Eso, es incompatible con la democracia: los políticos-problema no gobiernan en nombre del pueblo y para el pueblo. Deberíamos ir acuñando una nueva definición de político: “sujeto ambicioso, por lo común inútil, que crea crispación y problemas artificiales y ofende la inteligencia de los ciudadanos”. Hablo, claro, de la mayoría de ellos. Acabada la cosecha de la Transición –y enterrado su espíritu en una fosa común- se agotó la cantera.
Y el mal afecta a todos, no sólo a los gerifaltes de los Partidos, pues los diputados lo son de España, no de los Partidos. Téngase en cuenta que el Diccionario de la Real Academia los define como “persona nombrada por elección popular como representante en una cámara legislativa”. Y la Constitución: “las Cortes Generales representan al pueblo español” (artículo 66); “los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo” (artículo 67), es decir, no hay disciplina de voto, son libres, como sutilmente les recordaba hace días el “Manifiesto a los diputados electos” de las 47 personalidades: si es el caso, desobedezcan a sus jefes caprichosos, pues la tarea de elegir gobierno le “corresponde asumir de modo intransferible a los diputados...” por lo que les hacían un llamamiento para “evitar el absurdo” y ser “razonables”, ya que son elegidos para parlamentar: “entablar conversación con la parte contraria para intentar zanjar cualquier diferencia”, dice el Diccionario RAE. Es decir, están obligados al representar al pueblo, a hablar y a decidir en su nombre. No se los elige para ser dóciles culisilentes.
Hay que exigirles que tengan personalidad, que sean personas individuales, no una masa aprietabotones; justo la personalidad que no tienen quienes se dicen sus líderes, que no se lideran ni a sí mismos, sumidos en un marasmo de contradicciones y evanescencias, de odio al adversario y de una incapacidad intelectual notoria. ¡Cómo habrán llegado a donde han llegado! ¡Pobre España! Lo cantaba Cecilia: “Mi querida España … / ¿dónde están tus ojos? / ¿dónde están tus manos? / ¿dónde tu cabeza?” De verdad, ¿tiene cabeza?
Aunque, ¡como sea!, lograsen formar gobierno, el espectáculo que están dando es indigno, y estigmatizará para siempre “a los políticos”. No sé si ellos perciben que se están suicidando, que la gente está indignada y los desprecia.
Y, el final de tanta indignidad, lo conocemos: si sale con barba, un San Antón y, si no, una Purísima Concepción. O el infierno.
Divina Garrucha Para mí, estar en Garrucha es estar, literalmente, en casa. En la de mi bisabuelo Simón Fuentes, ante la que se entregaron el jueves los Premios del Levante de La Voz.
Me pasé la noche mirando el balcón tras el que mi bisabuela Concha se sentaba en su mecedora. Los sentí muy cerca, pues aquella casa hermosísima para mí fue, siempre, alegre, viva, y misteriosa. Y en ella mi bisabuela me hizo probar por primera vez el champagne, un día de Año Nuevo, pasándome su dedo por los labios.
¡Está divina Garrucha!
Camisetas fresquitas La benemérita delegación almeriense contra el Cáncer nos ofrece la posibilidad de sentirnos buenos, fraternales, solidarios... A un precio muy módico podemos adquirir, en su sede de la calle de Gerona, unas divergidas “Camisetas fresquitas”, cuyo importe se dedica a la investigación “Cáncer infantil 2017”.
La investigación demuestra que el cáncer se vence definitivamente. Todos tenemos que aportar para que esa carrera se acelere. Incluso por egoísmo: nadie tenemos garantizado que no hayamos de sufrirlo.
De verdad, ¿son vacaciones? España ya se ha parado por vacaciones. Pero ¿qué son, de verdad, las vacaciones? Deberían ser una diversión pero temo que se han convertido en una obligación. Y, por tanto, con algo de penoso que hay que amortizar. Quienes no tienen ese problema son los políticos: no necesitan irse de vacaciones: están de vacaciones desde el 26 de octubre, instalados en el dolce far niente, puesto que nada hacen: nueve meses sin que sean capaces de dar a luz un gobierno. ¡Ni el parto de la burra, que les correspondería!
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