Podría suceder que en los próximos meses, cuatro mujeres estuvieran al frente de Estados Unidos, de Gran Bretaña, de Francia y de las Naciones Unidas. Nada podría ser mejor para tratar de romper de una vez el techo de cristal de las mujeres en el mundo. Hay que pensar que los ciudadanos de Estados Unidos no serán tan torpes de preferir a Donald Trump frente a Hillary Clinton y arriesgarse a retroceder décadas en todos los terrenos, pero, especialmente, en el de los derechos y en el de la universalidad americana. Teresa May es la segunda mujer que llega al poder en Gran Bretaña, tras Margareth Thatcher, y no cabe duda de que será mejor que Cameron que demostró su ineptitud al convocar el referéndum que ha dado lugar al Brexit y a una época convulsa que pagarán, sobre todo, los ingleses. En Alemania, Angela Merkel, cuya política migratoria está siendo cuestionada por los últimos atentados, habría que hacerla un monumento porque es la única política europea que tiene un proyecto, criterio y, sobre todo, una idea de una Europa integradora y no excluyente, una Europa solidaria, una Europa de los valores. Si Angela Merkel cayera, lo del Brexit sería una broma, comparado con lo que podría suceder en Europa. En Alemania nunca hubo una presidenta el frente de su Gobierno, y con la excepción de Adenauer o Willy Brandt, pocos políticos alemanes pueden compararse con ella.
Queda la posibilidad, lejana pero no imposible, de que también una mujer acceda a la secretaría general de la ONU que en unos meses dejará Ban Ki Moon. Hay una docena de candidatos y entre ellos, por primera vez, seis mujeres. Hasta ahora, los ocho secretarios generales han sido hombres, y, dado el papel que ha representado la ONU en estas últimas décadas, no estaría de más desgranar la posibilidad de que una mujer demostrara que se pueden hacer las cosas de otra manera. Las dos primeras votaciones exploratorias que se han hecho sitúan en cabeza al portugués Antonio Guterres, al esloveno Danilo Turk y al serbio Vuck Jeremic, pero hay varias mujeres -la búlgara Irina Bukova, directora general de la UNESCO, por encima de todas las demás- que podrían dar la sorpresa. Haría falta que los políticos se atreviesen a ese cambio porque en todos los organismos internacionales, la igualdad entre hombres y mujeres es grande... por abajo. Pero en cuanto se trata de ocupar cargos de cierta responsabilidad o notoriedad, las mujeres no pasan del 20 por ciento. El mismo techo de cristal que en España.
Y si de España hablamos, ¿qué cambiaría en la política de bloqueo que vienen practicando los líderes políticos si, en lugar de Rajoy, Sánchez, Rivera o Iglesias, hubiera cuatro mujeres como Sáenz de Santamaría, Díaz, Arrimadas o Bescansa? Independientemente de que hablarían más, negociarían más y se vetarían menos, un cambio así contribuiría a acabar con el techo de cristal que en España, a pesar de los muchos cambios de estas décadas, sigue siendo igual o peor que el de las mujeres en los países más desarrollados. Esta debería ser la hora de las mujeres. Peor no nos iba a ir y hay muchas probabilidades de que nos fuera mucho mejor.
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