S i ustedes hablan con Andrés García Lorca, hoy metido en el palacio de la calle Arapiles como subdelegado del gobierno, pero de profesión el estudio de las costas, los cielos y demás aventuras geográficas que nos presenta la naturaleza, les dirá que de las avionetas anti-nubes se viene hablando por estos lares almerienses, y más concretamente en la zona del levante, desde hace más de treinta años. Y la opinión oficial de los estudiosos es que no existen, que no levantan el vuelo contra las nubes y que no hay ciencia demostrable con la que se pueda certificar que las nubes se pueden controlar con la mano del hombre y algo de nitrato de plata. Pero el hombre del campo no piensa como el científico, y ahí están miles y miles de firmas para confirmarlo. Uno quiere pensar que la razón está de parte del científico, en este caso de Andrés y sus muchos años dedicado al estudio de la madre naturaleza, pero no puede dejar de pensar en esos miles de hombres y mujeres que aseguran haber visto a esas avionetas espanta nubes, como también se las llama, metiéndose entre esa masa que parece de algodón azucarado en tiempo de feria y ver que van desapareciendo como si estuvieran en la mano de cualquier infante goloso.
¿A quién nos creemos? Si nos atenemos a la razón esta nos sindica que hay que apostar por Andrés, el corazón nos dice todo lo contrario. Si se pone delante de nosotros la posibilidad de signar junto a tantos ciudadanos como lo han hecho, ¿qué haríamos? Me pone usted en un aprieto. Lo único evidente es que las nubes pasan de largo sobre los cielos del levante almeriense, y dicen los lugareños que a veces aparece entre las nubes alguna avioneta que despega desde algún punto de la vecina Murcia y que logra el aumento de la velocidad de las nubes a la hora de desaparecer de nuestros cielos. Esto de las avionetas es como los políticos, los vemos pero no sabemos el trabajo que hacen. Se le nota que está cuando aparece un problema, no aporta solución alguna, pero los impuestos con los que nos grava se lleva el dinero de nuestros bolsillos a una velocidad de Ave. Y claro, el ciudadano piensa que el político es el que le crea los problemas económicos, el mismo que atisba que las avionetas le roba las nubes y con ello la lluvia que necesitan sus campos. No sé qué firmar, me pueden llamar garrulo.
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