Los riesgos de tomar vacaciones

Jose Fernández
23:19 • 13 ago. 2016

Un verano más, el rápido transcurso de las semanas nos descubre una realidad inquietante: si no tener vacaciones es un problema, tenerlas puede suponer un quebradero de cabeza aún mayor. No sé si se han dado cuenta, pero a cada vez son más frecuentes las apariciones en los medios de comunicación de psicólogos o esa nueva especie de santones posmodernos que son los llamados “coach”, ofreciendo consejos y recomendaciones para atravesar con éxito las vacaciones y poder volver a la rutina laboral sin haber perdido los nervios o la estabilidad familiar. Se calcula que el 28 por ciento de los divorcios ocurren tras este periodo vacacional y aunque existen otros repuntes tras las pausas de Semana Santa y Navidad, es después del verano cuando más alto está el porcentaje de separaciones. Por paradójico que resulte, nos pasamos el año deseando que lleguen las vacaciones y cuando estas llegan, nos sentimos sobrepasados por la estrecha convivencia familiar o la interminable lista de compromisos sociales propios de esta época. Después de haber pasado el año resolviendo problemas, descubrimos que los verdaderos conflictos están a nuestro alrededor, sentados en el sofá o en el coche contigo, por lo que necesitamos poner de nuevo en marcha nuestras habilidades de comunicación y nuestra pericia para resolver tensiones. No parece extraño que el consumo de ansiolíticos se dispare en verano en España, país que ya encabeza la lista mundial de consumo de este tipo de medicamentos. Pastillazos al margen, si hay algo en lo que coinciden todos los expertos psicovacacionales es en la necesidad de delegar y confiar en los demás. Por eso sé que este hueco que ahora leen va a estar cubierto en las próximas semanas con total garantía y mayores méritos que los que en mí concurren. Y por eso me propongo asumir con entereza el riesgo de tomar unos días de vacaciones, para volver a su encuentro cuando el calor de nuestra admirable Feria dé paso a nuevos afanes menos ardorosos. Seamos, en la medida de nuestras posibilidades, razonablemente felices. 







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