Aunque, en realidad, desde la Reconquista se venían realizando festejos que consistían en ventas o negocios comerciales (sobre todo relacionados con el ganado) así como Juegos de Cañas en la Plaza de la Constitución o la llamada “Feria de Esclavos” que existió en el siglo XVI y que giraba alrededor de la venta de prisioneros de guerra; el verdadero origen de nuestra Feria fue mucho más tardío.
El Ayuntamiento de Almería en su sesión de 17 de Septiembre de 1806 estimó que sería útil establecer Feria en esta ciudad coincidiendo con la festividad de la Virgen del Mar ( cuya aparición, según relata el historiador Juan Antonio Martínez de Castro, se venía celebrando desde hacía trescientos años el 1 de Enero, pero había sido trasladada al domingo anterior, 25 de Agosto).
Las fuentes históricas dan testimonio de aquellos primeros momentos y de las razones y dificultades para la celebración. La petición se hizo al Real y Supremo Consejo de Castilla y las fechas propuestas fueron las comprendidas entre el 18 y el 22 de Agosto.
Representantes almerienses se trasladaron a Madrid y el 19 de Septiembre e hicieron la solicitud formal ante el Consejo, que respondió mandando a un intendente de la provincia de Granada y, tras los informes positivos, se acordó conceder la Feria a Almería expidiendo una Real Carta con fecha de 25 de Septiembre de 1807.
A partir de aquí nuestra ciudad tenía vía libre para celebrar una feria entre los días 22 y 26 de Agosto de cada año y el Ayuntamiento decidió ubicarla desde la Puerta de Purchena hasta la Puerta del Mar y Plaza de Santo Domingo en los primeros años.
Aunque en 1808 estaba prevista la celebración de la feria, la invasión francesa la impidió y, en realidad, hasta el fin de la Guerra de la Independencia, las dificultades fueron extremas debido a la crisis económica que afectaba a todo el país.
Al volver Fernando VII el pueblo estalló en júbilo porque suponía una liberación: se hicieron festejos en la Plaza de la Catedral simulando la toma de Cádiz y el desembarco de un Rey que posteriormente decepcionaría profundamente a todo el país.
Año tras año eran pocos los feriantes que venían a una ciudad tan pobre y con tantas dificultades como Almería. A mediados del Siglo XIX la Feria, que se celebraba ya desde el 22 hasta el 27 de Agosto, no lograba interesar a los comerciantes y eran pocos los que acudían, casi todos de Granada, para vender muñecos, quincalla y sombreros, y no muchos los ganaderos que traían vacas, cerdos, mulos y asnos. Posteriormente, la “fiebre minera” y la uva de Ohanes, tuvieron su incidencia positiva también en la Fería que viviría un período de esplendor.
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Pedro Mena Enciso