Es objetivo primordial de la Hermandad de la que formo parte, como de cualquier otra, promover el culto y extender la devoción hacia sus imágenes titulares, con la responsabilidad añadida, en el caso de La Virgen del Mar, de ser madre, patrona y patrimonio común de toda la ciudad de Almería, en cuyo honor se celebran sus fiestas patronales desde hace ya más de doscientos años.
Así lo marcan sus Estatutos como una obligación, pero así lo indica sobre todo el sentido común, ya que forma parte de la condición humana más profunda, por todos practicada en algún momento, el hacer partícipe de una experiencia gratificante a cualquier persona querida de tu entorno, así solemos recomendar un viaje o lugar recientemente visitado, un paisaje que nos ha sobrecogido, un espectáculo que nos ha emocionado o simplemente recordamos a ciertas personas ante situaciones en las que las echamos en falta porque disfrutarían junto a nosotros de ese instante.
En definitiva, está entre nuestras mejores virtudes la necesidad de compartir, y, por supuesto, se comparten sobre todo cosas que nos provocan felicidad, lo que creemos que nos puede hacer mejores personas, lo que pensamos que merece la pena de esta vida.
Supone una complicada tarea que logremos transmitir a cada uno de los habitantes de esta ciudad, sobre todo a los más jóvenes, encontrándose además en pleno disfrute de su Feria, la importancia que ha tenido la presencia continuada de esta imagen durante más de cinco siglos en nuestra ciudad, con la suerte inmensa de haber podido conservarla en su talla original, siendo la imagen más antigua que se venera en Almería. Pensemos en las decenas de generaciones y en los miles de antepasados que han pasado delante de esta sagrada imagen y le han encomendado sus más íntimos sentimientos, con ella han compartido sus mayores preocupaciones y alegrías, la han elegido siempre como testigo principal de sus celebraciones, y la han situado siempre en lo más hondo de su corazón.
Pero lejos de amarrarnos al pasado, la clave sin duda está en saber adaptarse a los tiempos, la Almería de hoy no es la de tiempos pasados, afortunadamente en muchos aspectos, y nuestro trabajo debe continuar incansablemente por el camino emprendido por las últimas y sucesivas directivas desde hace décadas, que no debe ser otro que abrir la Hermandad y el culto a la Virgen a toda la Ciudad y sus gentes sin excepción, sean vecinos del centro como del barrio o aledaño más alejado, nuestra Patrona es y debe ser Universal. Una Virgen que nos vino traída por las olas del Mediterráneo, un mar que ha sido históricamente escenario y nexo de civilizaciones y crisol de culturas, a la fuerza debe querer que seamos así: abiertos e integradores, y que hagamos con los que llegan de fuera por cualquier circunstancia como un día hicimos con ella, acogerla y ofrecerle lo mejor de esta tierra, que por algo llevamos la hospitalidad por bandera en Almería.
Partiremos de una premisa con la que seguro coincidiremos: “el alma necesita de alimento, al mismo nivel del cuerpo”, y el alimento del alma es la cultura, el conocimiento, la historia, el arte, la espiritualidad, la educación y la sabiduría. Pero no todos entendemos esas materias en las mismas proporciones, eso es algo que hay que respetar. Hay que entender que la Almería de nuestros días es mucho más plural en lo religioso, en lo social, en lo ideológico, eso es algo con lo debemos convivir sin problema y supone además una enorme riqueza que hay que saber aprovechar.
Forjadora de carácter La Virgen del Mar es valiosa principalmente en su aspecto religioso para los cristianos y los que nos consideramos creyentes, eso es indiscutible, por eso le rendimos culto y una devoción centenaria. Pero eso no le resta valor para los que no comparten esta fe, ya que esta imagen ha impregnado de tal manera la historia y la trayectoria de esta ciudad que está presente en nuestras tradiciones, en la cultura popular, en infinidad de manifestaciones artísticas, siendo protagonista de los hitos más importantes de esta ciudad, fruto todo ello del cariño sincero de su pueblo. Además, estoy convencido de que esta imagen ha contribuido considerablemente a forjar el carácter colectivo que hoy nos identifica: gente sencilla, extrovertida, acogedora, sin dobleces, personas que se han hecho a sí mismas gracias a su trabajo sin esperar demasiado de su entorno. La Virgen del Mar representa como ningún otro símbolo de esta ciudad la cohesión de su pueblo, su carácter solidario, espontáneo, su espíritu emprendedor y su unidad ante la adversidad; siendo sin duda una seña de identidad de los almerienses, el espejo en el que nos reflejamos y representando la esencia de lo que somos, ya que, como dice un buen amigo: “no hay nada más almeriense que la Virgen del Mar y el americano del quiosco Amalia”.
Es por esto que reivindico el sentido de que esta Feria siga dedicándosele a Ella, a lo más auténtico que tenemos, a este regalo que nos vino de La Mar, agradeciendo su fidelidad de estar sin interrupción con nosotros pese a las vicisitudes y el olvido histórico de esta tierra, a este tesoro que es de todas y todos los almerienses por igual y que les invito en esta feria a pasar en algún momento a visitar en su camarín, en ese corazón espiritual de la ciudad que es el Santuario de la Virgen del Mar, o el domingo durante su procesión de alabanzas que supone el broche de oro de nuestra colorida Feria. No hay que olvidar nunca aquellas palabras de Marañón: “se ama lo que se conoce, se conoce lo que se comprende, se comprende lo que se ama …”.
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