El trágala

“Patética fue la respuesta de María Dolores de Cospedal intentando justificar lo injustificable”

Fermín Bocos
23:39 • 05 sept. 2016

Designar a José Manuel Soria -dimitido ministro por su implicación en el escándalo de los "Papeles de Panamá"-, para ocupar el puesto que corresponde a España en el Banco Mundial ha sido algo más que acto de prepotencia política. Ha sido un acto de inopinada torpeza política a la vista de que el nombramiento trascendió justo un par de minutos después de la votación de investidura en la que Mariano Rajoy había pedido la confianza de la Cámara bajo reiteradas apelaciones a encabezar la lucha contra la corrupción. Había dicho que era consciente del daño que los casos de corrupción le están haciendo al sistema -para añadir ,una, dos hasta cinco veces- que, "el PP ha tomado medidas". Lo proclamaba intentando neutralizar las acusaciones de corrupción que a lo largo de los debates le lanzaron desde Pedro Sánchez a Pablo Iglesias, pasando por su animoso socio de ocasión, el señor Albert Rivera hasta que al terminar la votación se filtró la noticia. Que nadie del Gobierno se atrevía a confirmar, pero tampoco desmentir. Patética fue la respuesta de María Dolores de Cospedal intentando justificar lo injustificable. Como en los mejores tiempos de la famosa "indemnización en diferido". Cualquiera que tenga dudas acerca de lo que de verdad piensan en el PP -aunque no todos se atrevan a decirlo como sí lo hizo Juan Vicente Herrera, presidente de Castilla León-, que repase los videos del día de autos y repare en la manifiesta incomodidad de la siempre dialéctica Soraya Sáenz de Santamaría. Y no es para menos. El trágala, endosado a Luis de Guindos pero de la factoría Rajoy, deja a Ciudadanos que había firmado un pacto con el PP con no sé cuantas medidas para combatir la corrupción, con el culo al aire. A Pedro Sánchez le sirve munición actualizada para renovar su particular: ¡váyase señor Rajoy! y, lo más preocupante, empuja a la opinión pública a la amarga conclusión de que algunos dirigentes políticos actúan como si fueran casta. Se protegen entre ellos y actúan colegiadamente en la defensa de sus intereses ignorando críticas y despreciando a quienes no pertenece a sus círculos. Penoso asunto.







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