Herederos de El Jabato

José Luis Masegosa
23:43 • 18 sept. 2016

Tal vez hoy, como otros muchos días, este heredero de El Jabato haya recordado a quien con sus cuentos e historietas marcó el curso de su vida: Víctor Mora, el creador de El Capitán Trueno  cuya muerte se produjo hace un mes. Tal vez  aquel niño primogénito de los años cincuenta, aquejado de neumonía,  recién llegado a un pueblo de Tierra de Campos, haya evocado las hazañas de sus personajes en las historias actuales y vivas que escriben hoy sus nietas, fruto de la cultura de la lectura casi genética que este neurocirujano ha sabido imbuir a su descendencia. El protagonista que nos ocupa anduvo su infancia castellana sobre la imborrable experiencia de quien con tan solo ocho años tuvo que permanecer en reposo largos meses en una casa agradecida donde el aburrimiento pesaba entre las sábanas. Una monotonía rota por la lectura recurrida, hasta ocho veces, de un manual divulgativo sobre parcelación agraria del asesinado presidente del Gobierno franquista Luis Carrero Blanco. Aquella escasez bibliotecaria de hogar funcionarial contrastaba con la variada oferta lectora de la casa del maestro del pueblo, don José Mesa, cuyo hijo, Carlitos, disponía de una suculenta colección de cuentos y tebeos de los años de claroscuros, junto a varios álbumes de cromos de futbolistas que envolvían las tabletas de algunas marcas de chocolates de la época. 
El pesado reposo del pequeño Gerardo se alivió con las historietas de Víctor Mora que el generoso Carlitos llevó a su amigo para que se entretuviera.  El mundo del pequeño convaleciente se abrió a partir de ese momento a otros horizontes sobre los que ha labrado su vida. Uno de esos horizontes se hizo más prometedor  cuando un día su madre le obsequió con una tableta de chocolate en la que encontró el  cromo  del único jugador que faltaba a uno de los álbumes de Carlitos. El trueque no se hizo esperar entre los dos amigos: el cromo por la colección de El Jabato que por aquel entonces arrasaba con grandes tiradas. 
Aquel momento no tuvo punto de retorno: Gerardo hizo de la lectura su pan diario al que debe todo cuanto ha hecho con posterioridad, una brillante carrera de neurocirujano sin desdeñar otras relevantes posibilidades profesionales a las  que renunció para afrontar sus responsabilidades familiares. Una trayectoria que ha sabido encontrar en la lectura una compañía tan íntima que hasta lo más impensable tiene pulso propio. Tal vez es por ello este lector de Víctor Mora un hombre agradecido porque el azar puso en su compañía a  una madre entregada, a un divertido amigo de la infancia, la foto del futbolista de una tableta de chocolate, y una  inquietud inquebrantable por ese milagroso bálsamo de la lectura, en este caso, inicialmente, de El Jabato. 







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