Habíamos creído que el bipartidismo instalaría en este país una era de estabilidad y de progreso. Y quizá fue así durante algún tiempo. Pero los avatares del mercado, la corrupción de las llamadas castas y la intratable crisis mundial fueron decisivas en el desmantelamiento del Estado del bienestar. Durante ese tiempo aumentaron las desigualdades sociales y cada vez se hizo más difícil la distribución entre las clases medias, las menos preparadas para afrontar el futuro. Así que fue creciendo el descontento que alimentó las oleadas callejeras del 15-M tanto aquí como en otras partes de Europa y América. Del costado del 15-M brotaría asímismo Podemos, un movimiento ciudadano compuesto en su mayor parte por estudiantes, profesores jóvenes y otras gentes diversas pero todas con el ánimo de cambiar las cosas en este país. Probablemente el primer triunfo electoral se les subió a la cabeza demasiado poblada, por cierto, de viejos delirios. Confundieron la izquierda del PSOE con la derecha del PP y en vez de prepararse para una gran coalición de todo el fervor progresista se entretuvieron en cosas tan peregrinas como decir que PP y PSOE eran la misma cosa. Todo por la falacia de creer que ellos representaban la verdadera oposición. Hablaron mucho de las castas, de los de arriba y de los de abajo, de los viejos jóvenes y de los jóvenes viejos. Hoy la polémica está enredada como un áspid dentro del corazón del propio partido. La pugna la encarnan Pablo Iglesias por arriba, e Iñigo Errejón por abajo. La teoría de asaltar el cielo la defiende como primordial el político de la coleta. Errejón estaría más cerca de la transversalidad ciudadana camino de la socialdemocracia moderada y por consiguiente cerca del pacto con el PSOE. El otro partido emergente que ha pactado con la izquierda y la derecha es Ciudadanos. Quiso movilizar para el pacto a todo el mundo pero cada día su influencia persuasiva es menor. Al final volvemos a una nueva reedición del primer bipartidismo. El socialismo en crisis interna se ve ante la disyuntiva de tener que votar la investidura de Rajoy para formar Gobierno o esperar las terceras elecciones. Las Casandras de siempre le auguran los peores resultados de su historia pero ¿ quién conoce en verdad los designios del tiempo?
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