Macael, admirable

Macael es un pueblo envidiable, hermoso, hospitalario, admirable y, literalmente, ejemplar.

Fausto Romero-Miura Giménez
01:00 • 09 oct. 2016

Como cada año, el viernes fui a felicitar a mi Patrona macaelera, la Virgen del Rosario, hermosísima con su manto de grana y oro, en una mañana tibia, de luz tamizada. Me gusta felicitarla en persona y en su casa, que lucía bellísima, con sus calles, balcones y ventanas engalanados, un reventón de blanco y de azul. Voy a hablar con Ella y con mis paisanos, gente que deja fluir los sentimientos del corazón cálido que esconde bajo la apariencia austera de su dureza minera.
Y, como siempre, fui feliz: para serlo, sólo tengo que ir a Macael, como tantas veces hago: enfilo mi nuera –la carretera de la Sierra que, junto con Torrecárdenas y el Museo Arqueológico, son mis hijas políticas, que pude dejar encauzadas en mi breve paso por la política- y voy a alegrarme y revitalizarme. Macael es una cantera de emociones. 
Ignoro aún por qué Macael me ha dado siempre un cariño que no sé si merezco, encolichándome, va para diez años, con el nombramiento de hijo adoptivo, lo más emocionante que puede ocurrirle a una persona en su vida cívica. 
Mi adopción por Macael justifica y llena toda mi existencia, durante la que siempre seré un macaelero digno, enamorado y defensor de mi pueblo, al que siempre honraré como se honra a los padres: por encima de todas las cosas. La adopción le dio a mi nombre su verdadero sentido: “Fausto”: “afortunado”, “feliz”.
Y me adoptó un pueblo cuya principal cantera no es el mármol, sino su gente, que siente el orgullo de ser macaelera pero no la soberbia de serlo: quiere compartir y hacer que el forastero se sienta en casa y sea feliz. 
Macael es un mundo en miniatura con todo lo necesario para ser feliz, una villa de vocación ecuménica abierta al mundo global, a lugares que nosotros no conocemos pero ellos, a Macael, sí. 
El sector del mármol ha logrado, con su buen hacer, la innovación permanente y la tecnología de vanguardia, el desarrollo y bienestar colectivo de toda una comarca, y el prestigio mundial de toda una provincia.
Y lo hace no ya sin ayudas sino con trabas y agravios de las Administraciones, incluso en Almería: el tétrico granito con que se aceró el Paseo de la capital en sustitución del luminoso mármol de Macael que antes había; el granito azul abujardado de Extremadura, de la fachada de la Ciudad la Justicia…
Y, pese a ello, es admirable la capacidad de los empresarios de la Asociación para las relaciones públicas, su profesionalidad y la huida de todo alineamiento político.
No es de extrañar, así, que cada año, en la entrega de los “Premios Macael” -en una ocasión presentados por la hoy reina de España, Letizia Ortiz- consigan la asistencia a la Gala de los Presidentes de los gobiernos español y andaluz, como el año pasado, cuando doña Susana vio cumplido el anhelo, por el que tanto había penado, de encontrase con don Mariano, que no accedía a recibirla: en Macael se produjo el milagro.
Pero Macael no es sólo industria y mármol, sino un  abanico muy amplio de realidades venturosas, de actividades e instalaciones culturales, sociales, deportivas, recreativas, impropias de una villa no muy grande en lo físico pero sí en las potencias del alma, en lo que hace la vida confortable, en el bienestar, que no es otra cosa que estar-bien.
Hay que destacar, por infrecuente y admirable, la decidida apuesta de Macael por la Cultura activa, por la creación. Si la cultura es la manera de ser de un pueblo, la de Macael es poliédrica.
De Macael a la provincia entera se extiende el mecenazgo de Cosentino.
En Macael fundó Juan Grima, un loco bendito, “Arráez Editores”, que da a conocer la cultura almeriense fuera de nuestras fronteras. Una labor monumental digna de reconocimiento público.  
Y, en el campo estricto de la creación, cito sólo cuatro ejemplos: la poesía prestigiosísima de Diego Sabiote, y la intimista y sensual de María Cruz; la Historia, representada por toda la obra de Ginés Pastor y por los estudios de Ramón Ramos; la prosa intimista de Andrés Molina Franco, con las viejas historias de Macael resucitadas; la colección de obras monográficas sobre el mundo de los canteros y su léxico…
Y, en ese poliedro cultural, ocupa un lugar muy destacado la Música, con el compositor y director macaelero Juan Cruz Guevara, de proyección internacional, y la Asociación Cultural Musical de Macael, con una Banda de Música, integrada por jóvenes, que suena como una orquesta sinfónica.
Y debería citar Radio Filabres, la Peña Taurina, la Escuela Oficial de Idiomas, y la de Danza… ¡y tantas instituciones y actividades! 
Macael es un pueblo envidiable, hermoso, armónico, hospitalario, admirable y, literalmente, ejemplar.


El conservatorio, abandonado El martes confundí el Paseo con las calles de Nueva Orleans: lo inundaba una manifestación alegre y numerosa, a la que me sumé, con instrumentos y bandas de música, para un asunto muy triste: el abandono del Conservatorio de Música y Danza, que se ha quedado canijo, por parte de la Junta de Sevilla, que dice no tener dinero. Bien que lo tuvo, sin embargo, para gastar setenta millones de euros en suntuar, horteramente con mármol de Carrara, el Palacio de San Telmo de Sevilla para residencia del Presidente.


El no de Colombia Los colombianos han rechazado en referéndum la firma de la paz con las FARC tras más de cincuenta años de Guerra.
¿La razón? El pueblo ha querido que haya vencedores y vencidos, que los terroristas no obtengan privilegios. ¿Volverá la guerra?
Y lo de vencedores y vencidos parece una dinámica inevitable en todas las contiendas, incluido el cisma del PSOE español. Urge firmar la paz y regenerar un partido esencial para la democracia española.
… Y le han dado el Premio Nobel de la Paz al Presidente colombiano.




La desgracia de los pobres Cuando la pobrísima Haití no se ha recuperado del  terremoto de 2010 –más de 300.000 muertos- el huracán Matthew la ha asolado de nuevo y dejado más de 1.000 fallecidos, frente a sólo cuatro en su vecina República Dominicana y cifras similares en el resto de los países afectados. Se nos dice que hemos de defender a la Naturaleza, al sapo leproso, a la tortuga mora, pero cuando la Naturaleza se enfurece ¿quién defiende a los humanos más indefensos? El ser humano es allí una especie en peligro de extinción.


 




 





Temas relacionados

para ti

en destaque