Un concepto discutido y discutible

En la mayoría de países de nuestro entorno geográfico y político, la celebración del Día de la Fiesta Nacional supone un día de descanso y afirmación para un montón de personas diferentes, unidas en torno a una historia, una tradición, un idioma y una cultura comunes y que les son propias, que les distinguen y les identifican. Pero en España, el día de la Fiesta Nacional es un día propicio para el psicodrama, para el duelo, el quebranto y el desfile de tontos armados de complejos. La alcaldesa de Badalona, Dolors Sabater, que es una de esas regidoras de marea y pancarta, de esas que pierde las elecciones municipales pero acaba mandando gracias a uno de esos famosos “pactos de progreso”, ha dicho que en su ciudad no hay fiesta porque hoy es “el día de Franco y del racismo”. En otros ayuntamientos marchosos se han izado banderas indigenistas o se han perpetrado mamarrachadas y postureos de esos que te hacen relacionar el coeficiente mental y la producción de las fábricas de Cruzcampo. Y lo malo es que estas majaderías, que evidencian un desconocimiento y una ignorancia de proporciones oceánicas, son asumidas y compartidas por buena parte de la izquierda sociológica española, que viene haciendo de la hispanofobia una de sus señas de identidad más llamativas. Identificar la idea de España con la carcundia, la caverna y el beaterío es un modelo discursivo que ha cuajado en determinadas sensibilidades, que no hace mucho estaban diciendo eso de que España era un concepto “discutido y discutible”. Pues a lo mejor algo de culpa de la situación en la que se encuentra ahora el PSOE, está en esa discusión dubitativa, ambivalente y medrosa que ha venido manteniendo sobre el país que ha gobernado y aspira a volver a gobernar. Permitan que recuerde, como coda, las famosas estrofas del catalán Joaquín Bartrina: “Oyendo hablar un hombre, fácil es saber dónde vio la luz del sol. Si alaba Inglaterra, será inglés. Si reniega de Prusia, es un francés. Y si habla mal de España... es español.”