A buen seguro que a ciertas edades pesan los recuerdos de la infancia y los juegos que tantos buenos ratos nos han proporcionado. Entre esas actividades lúdicas los regateos, los pases en falso, los goles y los balones robados de las interminables tardes de fútbol en nuestras calles ocupan un rincón privilegiado en el disco duro de nuestra memoria. Esos primeros puntapiés, primero al plástico y después al cuero, han parido con el paso de los años destacadas y renombradas figuras del balompié nacional e internacional. Jugadores con madera hechos en la espontaneidad, en la improvisación , en la pasión e ilusión de los gloriosos partidos de nuestros primeros años de vida, esos derbis vecinales que centraban la mayor parte de nuestro ocio, construido sobre la libre imaginación de las numerosas pandillas de pequeñines que aprendimos a darle al balón sin botas de tacos ni uniformes reglamentarios. Era el fútbol en estado puro, la diversión cargada de coraje y de esfuerzo. A grandes rasgos, este episodio ha escrito algunas páginas íntimas de la vida de amplios colectivos de diferentes generaciones en numerosos lugares del planeta Tierra. Pero parece que hay quien no ha vivido tan golosas etapas y en aras de un supuesto orden cívico pretende arrebatar con el brazo de la ley tan hermosa experiencia a la infancia de su pueblo.
Sin pretender en modo alguno ampliar aún más la caja de resonancia mediática que ha logrado el alcalde de Albox, Francisco Torrecillas, con la campaña de recogida de balones de las plazas y calles de su municipio, no puedo evitar algunas consideraciones a tan esperpéntica pretensión. Cuesta trabajo creer que el regidor albojense no anduviera su infancia con pasos similares a los descritos en el párrafo que antecede. Aún en el caso de que no hubiera disfrutado de tan recomendable vivencia, no es de recibo que un docente ignore los anhelos lúdicos de sus pequeños convecinos, máxime cuando están presididos por la espontaneidad y la ingenuidad, sin menoscabar, por supuesto, el respeto a la convivencia que todo hijo de vecino debe practicar. Pero la requisa de balones más se asemeja a la fácil excusa de una supuesta gestión que a la pretensión de evitar molestias cuando la práctica del fútbol no es ejercicio habitual en todas las calles y plazas de la localidad del Almanzora. Algo positivo puede aportar esta alcaldada infantil: los padres albojenses no tendrán que recurrir al Tío del saco, al Sacamantecas o al Coco para reconducir la conducta de su descendencia. Tan solo tendrán que anunciar la llegada del Tío de las pelotas, el Tío pelotas o el alcalde pelotero.
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