Crímenes de “honor” en el siglo XXI

Mar Verdejo
01:00 • 22 oct. 2016

H ace unos días, Amnistía Internacional Almería me invitó a participar en su VIII Ciclo de Cine y Derechos Humanos. Cuatro sesiones en los que han ido desgranando temas que los vulneran como, los refugiados, la inmigración, los crímenes de “honor” y los desahucios, ésta última se proyectará el próximo lunes. La película elegida para concienciar y debatir sobre los crímenes de “honor” fue “La verdad de Soraya”, que está basada en hechos reales y señala, de una manera desgarradora, una horrible manera de asesinar: la lapidación. 
Con las gargantas y las entrañas rotas por la película, comencé con unos poemas de las mujeres afganas llamados “landays”. Poemas breves, que se cantan con habilidad, entre las voces femeninas de la etnia Pastún y, que se remontan al siglo XIII. Es una poesía secreta y mortal, porque hoy en día dichos poemas representan un tabú, e incluye represalias sociales y legales contra aquellas que las divulguen. En homenaje a ellas recité: “Yo llamo. Tú eres piedra. Un día cuando me busques, descubrirás que me he marchado. Me vendiste a un hombre viejo, padre, que Dios destruya tu casa, yo era tu hija.” No sabía cómo comenzar la charla porque la realidad es muy dura: en este momento una mujer puede que esté muriendo, lapidada, como Soraya. Impactados e impactadas porque esta barbarie siga ocurriendo y de que el mundo parece no ver nada. Es imposible no sentir dolor en cada pedrada. Es un caso más de femenicidio auspiciado por el patriarcado, que en este caso usa la religión para justificar su poder.  A las mujeres se nos priva de la libertad, nos descuartizan, incineran, desfiguran, mutilan, exhiben, desmiembran,…y, nos abandonan en lugares solitarios. Los homicidios y crímenes cometidos en nombre del “honor”, según la ONU Mujeres, están amparados en leyes escudándose en términos como “costumbre” o “tradición” como, por ejemplo, ocurre en el Código Penal de Turquía y el de Pakistán aprobados en el año 2005. Las leyes deben establecer, de manera contundente, que no existe “honor” en la violencia, ni nada “honorable” que la justifique. 
Define Human Right Watch como crímenes de honor: “a los actos de venganza, usualmente mortales, cometidos por miembros masculinos de la familia contra miembros femeninos que se creen que han traído la deshonra a la familia por diversas razones: rechazar el matrimonio concertado, buscar un divorcio de un marido abusivo, sufrir una violación, hablar con desconocidos, no llegar vírgenes al matrimonio, vestir ropa occidental, ser acusada de adulterio, etc. La mera percepción de que una mujer se comportó de forma de deshonra a su familia puede ser suficiente para provocar un atentado contra su vida”. Según la ONU (Organización de Naciones Unidas) hay más de 5.000 asesinatos por “honor” cada año en el mundo, 1.000 crímenes tan sólo en la India y en Pakistán por año. En pleno siglo XXI hay cuatro países que practican la lapidación: Nigeria, Somalia, Indonesia e Irán y, en otros muchos se justifica. Y si pensamos que esto ocurre en aldeas remotas, los datos en Europa son: 12 asesinatos por “honor” en Gran Bretaña al año y 40 en los Países Bajos en los últimos 3 años, además 100 mujeres son atacadas con ácido, en Europa, según también la ONU. Hay que visualizar y denunciar, pero en este caso la Comunidad Internacional se queda laxa en la respuesta. ¿Por qué no se les hace a estos países bloqueo económico? ¿Por qué se mira a otro lado?
Es una tradición ancestral, que se está expandiendo por todo el mundo y que usa la religión para maltratar a la mujer. La cultura patriarcal sigue imparable por el mundo abusando de la mujer y, este abuso, no entiende ni de religión ni de cultura: es un abuso de género. Como mujer me pregunto: ¿qué lugar tenemos las mujeres en el mundo? Claman las mujeres afganas: “Cuando las hermanas se sientan juntas, siempre alaban a sus hermanos. Cuando los hermanos se sientan juntos, venden a sus hermanas a otros. Sueño que soy el presidente, cuando despierto, soy la pordiosera del mundo.” Gracias, a Amnistía Internacional, por visualizar y denunciar esta aberración del sistema patriarcal que se ejerce sobre las mujeres en nombre de la religión. Como vosotros, sigo soñando con un mundo mejor y no con el horror como sistema.







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