Hay muchas personas que opinan que se ha perdido casi un año con un gobierno en funciones. Yo no soy de esa opinión; más bien creo que es necesaria una pausa, un receso y una pausada reflexión
En el sector pesquero, y en las actividades extractivas en general, es conveniente el paro biológico. En agricultura no se puede mantener el régimen de extracción intensiva del acuífero o la explotación del suelo sin otorgar descanso y regeneración de nutrientes. Por eso, no es tan negativo que en política, como en otras actividades, existan periodos que cambien la inercia cotidiana y obliguen a una reformulación de las posturas y planteamientos que ayuden a reactivar los recursos y a explotarlos con responsabilidad renovada.
Lo razonable tras un paro biológico en los caladeros que han descendido en generosas capturas sería la recuperación de esas preciadas especies. Pero allá donde antes se pescaba gallineta, salmonete y gallopedro, ahora aparece morralla y escaramujo. No ha servido de nada el paro biológico; salvo para que ese caldero se vea invadido por especies residuales que hace inviable una actividad económica mínimamente rentable.
El paro de casi un año con un gobierno en funciones no ha conseguido lo fundamental que se pretendía. A la vuelta de diez meses, llegó el tercer discurso de investidura. Los partidos “modernos y progresistas” como Unidos Podemos han reaparecido con argumentos tan constructivos como una solemne salutación a las ¡Brigadas Internacionales! Y así, hasta llegar a la acusación de Pablo Iglesias: “Hay más delincuentes potenciales dentro de esta Cámara que fuera de ella”. Por cierto, no hizo exclusión de su propia formación, lo que se agradece en congruencia a la implícita complicidad de su formación en tan abrupto aserto y, en algunos casos contrastados, puede evitar la presunción.
Esta larga pausa legislativa ha producido un curioso efecto introspectivo en algunas formaciones mayoritarias e históricas. No tener bien definido el papel de liderazgo siempre ha sido una invitación a la depredación interna en el PSOE y, en general, en la izquierda ideológica. Por otro lado, la posición de debilidad y aspiración de poder siempre abre la ventana de oportunidades a la crisis interna en todos los partidos.
La posición actual de Pedro Sánchez transmite la sensación estética que apela a la conmiseración: gélido saludo arrancado a Antonio Hernando; no aplaudir las intervenciones del portavoz socialista; mantener la incógnita de qué votará el sábado… son gestos que anuncian una salida calculada en términos que se ubiquen en una sorpresa inesperada. Pedro Sánchez, si no da por liquidado su recorrido político -que parece que no- tendrá que restaurar la dignidad de un personaje visualmente caído y derrotado ante los embates calculados y urdidos por su propio partido e inquebrantables colaboradores. Si Pedro no aplaudió el malabarismo de Hernando no es por desacuerdo; es porque le quema el escaño. Si Pedro cambia el sábado su “No es no…” por la abstención en bloque que ordena la Gestora ya puede celebrar la fiesta de Todos los Santos por todo lo alto como un cadáver político. Otra alternativa es mantenerse en el “No es no” con grave riesgo de ver mermados los apoyos en los díscolos que ya reconsideran su actitud ante las presiones del aparato. Tampoco es buena salida obligar a un cisma que, mediante sanciones o expulsiones del Grupo, conduzca al PSOE a la posición de oposición secundaria, detrás de Podemos.
No. Pedro Sánchez no puede permanecer ni un minuto más en el escaño. Ha de renunciar a ser objeto de objetivos que muestren el semblante de la derrota o el detalle que evidencie la fractura. Sánchez habrá de encontrar otros calderos donde pueda rentabilizar las tortuosas millas que le han conducido a este periplo. En un silente escaño poco o nada podrá propulsar lo que Pedro tenga programado; el escaño ya es pólvora mojada. Sánchez necesita munición seca; se le nota ganas de disparar y el objetivo, además, lo tiene cerca, muy cerca.
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