Aunque dice mi tía Pascualina que el pájaro sólo está seguro cuando está dentro de la mano o dentro de la jaula, no creo que Mariano Rajoy sufra demasiadas taquicardias sobre el resultado de la votación final del sábado. Otra cosa es el camino de curvas, terraplenes y tramos sin asfaltar que deberá recorrer o, mejor dicho, vamos a recorrer, porque las consecuencias de lo que hagan y de lo que dejen de hacer caerán sobre nuestros hombros, que es metáfora indolora, o sobre nuestros ahorros y deudas que ahí sí que duele. A mí, particularmente, lo que más me preocupa es lo preocupados que están por España, por los españoles o por la gente, término tan querido por Podemos, y que a mí se me antoja despreciativo, porque toda mi puñetera vida he intentado ser persona y nunca me ha gustado ser gente, "¡Cuánta gente!", "¡Cómo es la gente!", "Para que te fíes de la gente...", expresiones que no creo que sean muy laudatorias. Intuyo que han optado por esa terminología genérica porque decir "españoles" significa que también son españoles la presidenta del Banco de Santander, o el presidente del Atlético de Madrid, y eso les jode. Se supone que la gente es la famélica legión, pero con carnet de identidad, un desahucio por no pagar y una beca denegada.
Tantos y tantos representantes preocupados por España, por los españoles y por la gente, me producen alarma, porque siempre le han llamado amor al sexo, y a la preocupación por cómo le irá a su partido político le denominan preocupación por España, los españoles y la gente.
La única certeza que tenemos del futuro es la incertidumbre, frase tan redonda que seguro que la escribió hace años mi admirado Manuel Alcántara, porque ya sabemos que todo lo que no es imitación es plagio. El fin de semana se abre un nuevo tiempo, pero los nuevos tiempos suelen ser la repetición de los viejos, con otra fecha en el calendario.
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