Jordi Évole, director de Salvados, se está convirtiendo en un” kamikace” del periodismo patrio respecto a ciertos temas duros que asustan a los poderes tradicionales. El domingo nos tenía prometida una interesante entrevista en la Sexta con Pedro Sánchez como protagonista. Se habla de una audiencia de tres millones de españoles. Después de la investidura de Rajoy y efectuada la renuncia al escaño en el Congreso del exlíder socialista, el interés mediático se cifraba en lo que podría decir desde su punto de vista un derrotado , salido de unas elecciones primarias. Escaso plató mediático: un bar de copas, una mesita, dos sillas, dos tazas de café y entrevistador y entrevistado frente a frente. Lo primero que dejó sentado Pedro Sánchez es que no piensa dejar la política. “A partir del lunes”, es decir cuanto antes, se echará otra vez a la carretera y tomará contacto con las agrupaciones de toda España. Dijo también que le había hecho pensar mucho la abstención impuesta por la gestora, pero que al fin se decidió por abandonar el escaño. Sobre el tema catalán definió a España como una nación de naciones , una pequeña reforma de la Constitución podría hacer viable lo del referéndum. En cuanto a Podemos no fue muy explícito respecto a la capacidad dialogante de Pablo Iglesias. El de la coleta culpa a Sánchez de no ser más fluido, de no decir lo que ahora dice. En cambio, desde los medios socialistas se piensa otra cosa y es que Pablo Iglesias no quiso nunca pactar con el PSOE mal aconsejado por los que soñaban con el “sorpasso” de Anguita. De haberse unido toda la izquierda tendríamos hoy otro panorama político. Lo más interesante que confesó el exlíder socialista se refiere a la presión de los poderes fácticos para entorpecer su ascensión- Sin decir los nombres habló de grandes empresarios y de directores de medios de comunicación empeñados en que gobernara Rajoy. Los del no y no siguen todavía abrumados por el hecho de que un partido de izquierdas, con ciento treinta y siete años de lucha por la igualdad, ofrezca el voto al partido más corrupto de Europa. Pero quizá los barones tengan razón desde la teoría del mal menor. La realidad es que el cambio alternativo no fue posible. Toda la derecha española, la tradicional, la moderada y la neoliberal estaba por el gallego. Veremos qué ocurre ahora con las reformas.
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