Como todos tenemos un elevado concepto de nosotros mismos, solemos identificar lo bueno con nuestros gustos, aunque estén marcados por la lógica subjetividad de nuestra afinidad y/o preferencia. Decimos que nos gusta la buena música, el buen cine y la buena literatura, con independencia de que cada cual tenga su baremo para establecer lo que es la calidad, la comercialidad o la piltrafa. Y así, hay muchos exquisitos a tiempo completo ejerciendo una labor no solicitada de prescripción y asesoría artística o estética sobre las más variadas cuestiones, que constantemente te indican qué ver, qué leer, qué escuchar o qué beber, siempre –insisto- según la valiosa referencia de su gusto personal.
Pero también hay quienes no terminan de entender que su criterio no sea seguido con aprobación o reconocimiento mayoritario, y se sitúan en el umbral del soponcio cuando la gente hace, dice o piensa diferente de lo que ellos han establecido como conveniente o deseable. Y entonces, llevados del deber ético de ser brillante fanal en el lóbrego muladar de la ignorancia, fustigan con áspera displicencia a los zafios que no terminan de entender lo mal que viven y piensan, recriminándoles el no aplaudir su elevada y bien formada opinión. Lo digo porque el portavoz de IU en el Ayuntamiento, Rafael Esteban, ha dicho que la escultura del tomate en la Rambla es “una catetada” (sic.) No ha dicho que la idea no le gusta o que bien podría haberse instalado tal o cual cosa. No. Para don Rafael la instalación es una catetada, y punto. Y es que volvemos a las andadas ¿Recuerdan cuando IU, en el gobierno municipal, eligió -a dedo- el proyecto faraónico del soterramiento lacustre? Los que no lo aplaudieron fueron tildados de “catetos” por la elitista cúpula de la coalición de izquierdas. Me pregunto si a este paso en IU acabarán diciendo que los que no les votan –ahí están los resultados electorales- son unos catetos. Por cierto ¿cómo se dice? ¿Elíte o élite? Seguro que ellas y ellos me sacan de dudas.
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