La nueva polémica sobre el AVE abre una nueva cascada de protestas que se centran en el carácter “inadmisible, intolerante, lacerante, humillante…” del nuevo retraso en las infraestructuras para los intereses de Almería. Parece que hemos llegado al límite de la paciencia y que ya va a explotar la sociedad almeriense con inusitada virulencia ante los incumplimientos y retrasos de la administración. Pero, ya verán, todo se resolverá con idéntica laxitud que contemplaron otras “crisis” que parecían atisbar “la fin del mundo” y que generaron ardorosas polémicas improductivas que condujeron, como siempre, a la melancolía.
Lejos de proporcionar luz sobre un contencioso entre Adif y Sacyr en el proyecto afectado por las expropiaciones de los terrenos ocupados por la tortuga mora, me propongo hacer relato de la capacidad de aguante de la sociedad almeriense en programas y proyectos que se han resuelto con desesperantes retrasos y humillante agravio comparativo.
Ya parece nadie recordar el sufrimiento y desequilibrio económico que ha venido produciendo la carencia de las autovías en la provincia. Hace muy poco tiempo, los camiones que tenían que llevar nuestros productos a competir en los mercados europeos tenían que pasar por el Cañarete y el puente de Rioja. Hizo falta desarrollar la campaña “Almería sin salidas” para enrojecer a un Partido Socialista que gobernaba en Madrid, Andalucía, Almería y en el 80% de los pueblos de la provincia -auténtica conjunción planetaria-. Ya parece que olvidamos que la “mejor opción” era llevar la autovía por los Vélez, sin tocar la capital… Ha sido un capítulo de desprecio y nula involucración en el desarrollo industrial de la agricultura y el turismo en los momentos que despegaban otras provincias con menos necesidades perentorias, pero con mayor peso y “músculo social” que, en Almería, permaneció atrofiado y genuflexo ante el poder con servil rictus de providencialismo de esquina.
Parecía que se iba a desatar la ira universal por quedar al margen de la A-92… y aguantamos como “machotes” casi ¡once años! De retraso. Igualmente, el Materno-Infantil iba a suponer un infame agravio para los almerienses y las almeriensas que aguantaron el tirón con la promesa de la “indeclinable prioridad”. Por cierto, lo del Materno es un asunto más lacerante que el conflicto Adif-Sacyr. Una cosa es una disensión entre la tortuga mora, expropiaciones y baja temeraria; y otra, encargar el comienzo del proyecto; no pagar ni un euro; plantar la obra; ir a los tribunales; estar a punto de perder y tener que indemnizar… y, por fin, rescatar el proyecto como mal menor.
Este relato sobre la tenacidad del aguante almeriense no puede olvidar las obras de rehabilitación del Ayuntamiento, fruto de un convenio Junta-Ayuntamiento, reiterada y sistemáticamente incumplido y demorado por la Junta del PSOE de Sevilla. Si en las obras del AVE nos tropezamos con la tortuga mora, en las obras del Ayuntamiento el impedimento fue una caja de caudales y una centralita telefónica de los tiempos de Bell. No es por nada, pero a la hora de echarle cuajo al asunto, la Junta no tiene parangón.
El despertar de la Mesa de las Infraestructuras, la Mesa del Ferrocarril y otros foros, movimientos, etc. son escenarios y escenificaciones de nuestro propio fracaso como sociedad que mira con envidia a otras geografías como Granada, que acaba de protagonizar una manifestación de cien mil almas en un asunto de salud pública que dista de ser tan lacerante como nuestro Materno-Infantil. Se ha estado pendiente de las directrices o manipulaciones de los poderes políticos que han logrado someter al silencio complaciente a los tímidos esbozos de reivindicación que se han jugado en el campo del pasteleo, y arbitrando con servil equidad el intercambio de reproches.
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