No viene mal olvidarse por unas horas de que existen los políticos

Juan Torrijos
23:21 • 20 nov. 2016

Y si es en Casa Joaquín, roza uno el cielo de las buenas viandas, el mejor vino y la charla con unos amigos. Joaquín, sigues siendo el mismo, y tu casa es el palacio de la calidad gastronómica de nuestra vieja y entrañable Almería. Me encantó volver a verte tras tantos años alejado de tus calamares en aceite, tu gallopedro y esas chuletillas que no se comen mejor en las orillas de nuestro Mediterráneo. Y todo ello rodeado de buenos vinos de la Tierra de Castilla y de la bodega “Pago de Vallegarcía”. Y sin políticos. Más de dos horas charlando de vinos con amigos y con las explicaciones de Adolfo Hornos, enólogo y gerente de la bodega. Él hablaba de sus vinos, nosotros de los calamares y las chuletillas de Casa Joaquín. Ni un segundo, a lo largo de más de dos horas de tertulia, les dedicamos a los políticos que nos desgobiernan, nos suben los impuestos y se pelean por la presidencia de una comisión, que supone un par (o tres) más de miles de euros al mes que se llevan a casa. Me cuesta trabajo creerlo y contarlo, pero así fue. Nadie se acordó de ellos. Hablamos de la uva Viognier y su producción en España, de la Syrah y de los vinos Petit Hipperia y Hipperia. Escribiendo sobre el rato disfrutado el pasado martes en Casa Joaquín, cerrada la jornada como pueden imaginar en el kiosco Amalia con el amigo Antonio y sus pasaillos, no deja de sorprenderme que la vida no sólo transcurre en el entorno de los políticos, que hay vida (y mucha) cuanto más te alejas de ellos. Y más sana, y más transparente, y más sincera, y de más calidad y calidez. Fue agradable charlar con Miguel Moreno, hermano de ese gran cocinero que es Juan, con Antonio Rueda, anfitrión de la cata, con mi antiguo vecino Carlos (cuanto tiempo sin vernos) y el resto de los allí reunidos. Antes de acabar dar las gracias a Deborah Herrera, sin ella no habríamos disfrutado de una velada inolvidable. Y si me preguntan qué vino de los cuatro me gustó más me quedo con el Hipperia. De terciopelo. Es notorio que si juntas a unos amigos, unos buenos vinos y las sartenes de Casa Joaquín consigues que se olviden por unas horas de los políticos que tienen en sus entornos y vean el mundo con otro color. Y el vino tiene un color, un aroma, un sabor. Adolfo Hornos dejó el pabellón en todo lo alto con los de “Pago de Vallegarcía”.







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