Las aleluyas eran cuando menos, una forma de expresión pintoresca, donde un pliego de papel de unos 50 centímetros de lado que se dividía en cuadrículas que expresaban un argumento, mediante un verso que además se acompañaba de una imagen.
La definición que da el diccionario de la palabra Aleluya es: voz de júbilo usada por la iglesia, especialmente en tiempos de Pascua.
La aleluya formo parte de todos los géneros, pudiéndose encontrar las que abarcaron temas que fueron desde lo político a lo caricaturesco, pasando por las que expresaban hechos históricos, satíricos, literarios, incluso de bandidos y hasta el devenir de algún que otro famoso como era la vida del torero Lagartijo.
Y aunque en un principio estos pareados fueron mudos, dirigidos a foros iletrados, la expresión de la imagen era suficiente para su comprensión.
Los versos se transmitían por ciegos, existiendo una íntima relación de la ceguera con actividades poéticas y musicales, donde la privacidad de este sentido agudizaba otros.
Además había una estrecha relación poeta-ciego, salvo en aquellos casos en que el ciego era el rapsoda, acompañándose de música y coplillas que pregonaban desde plazas, llamando la atención y dando lugar al género denominado “literatura de cordel”, llamada así por la forma de distribuir los pliegos colgados de una cuerda en soportales, puertas, mentideros y ferias.
Dice la escritora granadina Antonia Rodríguez en su magnífico ensayo ‘La huerta de san Vicente y otros paisajes y gentes’ (Pp. 143):
“Las aleluyas tuvieron su origen, como género literario, en las estampitas religiosas que la iglesia ofrecía en las grandes solemnidades como las del Sábado Santo y que se repartían entre los fieles para ser arrojadas al paso de las procesiones en señal de alegría.
Al pie de cada una había un versículo. Con el tiempo perdieron el sentido propiamente religioso, transformándose en aleluyas moralizantes y pedagógicas”.
Lo que podemos intuir por lo narrado hasta el momento es que fueron la antesala del periodismo; la noticia llegaba a todos mediante un texto que se transmitía a modo de romance y que contaba con cierto éxito, máximo si tenemos en cuenta una época poco ilustrada comprendida dentro del siglo XVIII.
Las aleluyas divulgaron toda clase de temas, expresando acontecimientos sociales, erigiéndose en el saber de los menesterosos que se ilustraban con sucesos hasta mediados del siglo XIX.
La aleluya se hizo eco de todo un elenco de temas que iban desde bodas, nacimientos, hasta obras literarias y sus héroes correspondientes como fue el Cid Campeador, Don Quijote, Los Infantes de Lara o bien alude a épocas históricas de todo tiempo.
Sírvanos de ejemplo la muerte del general granadino Ramón María Narváez, que fue cantada en aleluyas con cierta antipatía hacia el personaje.
“Nació en Loja este varón/ con instinto bravucón”.
Quiero terminar haciendo mención a la cantidad de información de la que gozamos hoy en día, sin embargo nunca sentiremos esa sensibilidad de los gestos que nos ofrecían los poetas de las aleluyas y por la que intuíamos la noticia.
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