Deporte y corrupción

“En el fútbol, es raro el día en que uno no se entera de la evasión fiscal de superestrellas balompédicas”

Kayros
01:00 • 09 dic. 2016

En la cultura griega, el deporte es la pedagogía del esfuerzo que prepara para el  triunfo. Está relacionada esta disciplina con la religión y la gloria del Estado. El propio San Pablo, convertido  ya  en apóstol  de Cristo, utilizó  el lenguaje deportivo  para   ilustrar  a los cristianos de la necesidad  del  entrenamiento  ascético.  Deporte es lucha  noble, dominio de la tensión acumulada,  técnica y juego limpio. San Pablo recuerda también  que  en el  estadio  son muchos los que corren  pero solo uno se alza con el triunfo. De  ahí el alto honor del vencedor cantado por Píndaro, poeta nacional  de los  grandes  epinicios ante la diosa.  En la sociedad moderna de Occidente  el deporte también ocupa un lugar de  privilegio aunque cada vez se  va alejando  más  de la moral  ciudadana.  En los equipos de futbol todavía persiste la costumbre  de ofrecer   los trofeos  a la Virgen  del lugar  pero poco más.  Cunde pues la disociación entre el  gran  dinero y la moral deportiva. No son todos los equipos,  por supuesto. pero   los malos ejemplos  abundan  cada  día.  Ayer  nos enteramos  de que la F1 de Valencia se corrió  presuntamente sin  licencia y que  el  gran acontecimiento  del motor  costó a las arcas públicas  51  millones de  euros. Por  lo   que respecta al fútbol de alta competición, es raro el día en que no  se entera uno  de la evasión fiscal  de  superestrellas  balompéticas. Me pregunto  cuan destructivas deben  ser  estas noticias para  el alma  de los niños que adoran   religiosamente a sus ídolos y que ponen  la efigie amada  en lo alto de sus  camas  como aspiración suprema de todo cuanto hay que ser  en esta vida. Ante los malos  ejemplos, poco es lo que puede hacer la disciplina meramente deportiva. 
El sistema capitalista  que nos rige es el que permite  las  nunca  claras millonadas que  cobran los crack, y partiendo de  aquí, la  oscuridad nada edificante de  ciertos contratos. Es cierto que a los grandes públicos  hay que  entretenerlos  aunque sea  con un  balón entrando en una portería, pero cabe preguntarse si  eso  compensa  el despilfarro generalizado cuando tantas carencias   vemos en otros  sectores. Claro que todo  lo unifica el dinero. De las irregularidades que vemos en otros  campos copian también  estos deportistas  supermillonarios  que cada   vez merecen  menos  la  admiración de la ciudadanía.







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