Si fuera posible deberíamos ahora entrevistar a todos los españoles para ver qué piensan de aquel delirio de la construcción, orgía del palustre y la cementera cuyo fin no deseado fue la burbuja inmobiliaria. Tendríamos seguramente, como en los toros, división de opiniones. Las empresas que se embolsaron los millones y los grandes bancos que financiaron las obras seguirían viéndolo todo muy bien , ejemplo de la gran modernización que ha sufrido el país en poco tiempo. Sin embargo otros sectores a lo mejor te dicen que fue un error. Hubo quien dijo que España superaba en autopistas a Alemania, una exageración si quieren para poner de relieve que nos estábamos pasando en esto de las comunicaciones. La verdad es que no resulta difícil encontrarse con bastante gente que jamás utilizó una autopista. Recuerdo un chiste de Mingote donde aparecía un señor del campo arreando a su mula.. Al abandonar el camino de servicio y entrar con el carro en el anchurón de la autopista exclamó: “Coño, para qué tanto” La posible gracia del chiste estribaba en creer que para un carro y una mula sobraban muchos metros de cemento. Bien, algo de esto podrían pensar quienes se enteran ahora de que algunas autopistas son deficitarias. aunque no seré yo quien se queje del “para qué tanto”. Siempre he alabado todo proceso modernizador , lo que quisiera denunciar aquí es el excesivo control que ejercen las élites sobre los derechos de la mayoría. Como ocurrió con Bankia y otros sonados desastres paralelos, se ha dicho también que el Estado se va interesar por la salvación de las autopistas pobres. El temor de sospecha está, es que lo venga a hacer con dinero público, o sea con el nuestro. Como sucedió con la construcción. Locura de hacer casas y más casas, venga a cargarse las playas y hasta las ramblas. Todo por mantener la imparable fiebre de ladrillo que enriquecía a unos pocos bajo la trampa de un falso progreso. Hasta que llegó la burbuja peligrosa que se podía explotar con un pinchazo de alfiler. Por una vez sobraron viviendas. Casi nadie las podía comprar y hasta hubo algún constructor que amenazó con quitarse la vida. Espero pues que en el caso de las autopistas deficitarias no llegue la sangre al río.
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