La política y el humor

Kayros
01:00 • 16 dic. 2016

Estos días  pasados se han reunido  en el Congreso   en fiesta  informal   algunos  políticos y   varios periodistas parlamentarios   para reírse un poco de sí mismos.  En  general se trata de dos  profesiones  que  se necesitan  tanto como se  desprecian y aborrecen. Por eso  no les viene  mal un poco de guasa para contrarrestar lo que  pensamos  los demás. De ahí que se conviertan  también ellos en materia informativa.  Políticos y periodistas trabajan al unísono para  hacer feliz a la poli, pero mientras unos cobran del Estado, los otros se acogen a la empresa privada. 
Comencemos  por los sueldos. Los sueldos de los políticos tienen una característica y es que se los   fijan  ellos mismos. Lo distintos grupos casi siempre están discutiendo,   sin embargo  tratándose  de  la pasta propia  se ponen  todos de acuerdo en un periquete. Aun así   algunos se quejan de   que son muchos los viajes  durmiendo y comiendo en hoteles extraños y otras servidumbres   por  la patria. Yo siempre he pensado que    a nadie se le obliga a ser  tribuno del  reino . 
Quien no esté conforme debería   irse  a casa. En relación  con el humor  el político aunque parezca  grave  debe pasar muchas horas riéndose  a mandíbula batiente. Pensemos, por ejemplo, en un diputado  a quien su partido envía a Almería para   que convenza  al ciudadano  de que ya tenemos AVE. Tendría que acaparar  muchos chistes previamente para quedar simpático  encima   y no   frustrar  demasiado  a la mesa del tren que lleva  la pobre  yo no sé los años con la ilusión del  nuevo el cacharrito.  
Claro que hay otras encomiendas muchos más serias   y de alta política internacional. Pensemos  por poner un ejemplo en el trajín viajero de Rodríguez Comendador que no para de la América a la China con el asuntillo de arreglar  la OTAN antes  la desarregle Donald  Trump.  Para mí la medalla de la dedicacion la tiene  el político corrupto  que no para de hacer transacciones  urbanísticas  y de las otras. “ Oye chata”,-  le dirá de noche  a su esposa  en uno de las pocas  veces que la  ve a la semana- “¿Sabes que me estoy haciendo de oro? ¿Has visto el coche de alta gama que  tengo  en el garaje?” La esposa, entre  cariacontecida y emocionada, sellará con un beso de amor  el “poca vergüenza tienes,  canalla” que se suele decir en estos casos.  Si no fuera por estos  divertimentos y otros aún mejores,  el periodista  no podría vivir porque ¿cuándo un plumilla va   a ganar 5.500 euros  rehusando  a colaborar  en  las  oficinas siniestras del poder?







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