La sanidad pública andaluza se encuentra en casi total ebullición. Hasta hace poco tiempo el malestar quedaba reducido al ámbito profesional y sindical del Sistema Sanitario Público a consecuencia de la bajada de la calidad asistencial y a las restricciones, fundamentalmente en el tema del personal sanitario, asistencial o de servicios, así como en la disminución de las inversiones. Los ratios que no eran demasiado favorables en términos comparativos con otras zonas del país, empiezan a ser más desfavorables aún.
Como era lógico, esta situación tenía que llegar a la opinión pública que ha decidido salir casi en tromba a las calles para defender uno de los pilares fundamentales del Estado de bienestar, como es la salud, principal valor a conservar por parte del ser humano.
Unas provincias han sido más valientes que otras y se han iniciado las llamadas mareas blancas. La vecina Granada ha sido especialmente beligerante, motivada por la idea de las autoridades sanitarias andaluzas, el SAS, de una fusión hospitalaria en la capital. A Granada le ha seguido Málaga y Huelva, más tímidamente Jaén, empiezan a organizarse en Sevilla y, viéndolas venir, de un modo casi pasivo nuestra querida Almería.
Gracias a las enormes movilizaciones ciudadanas, especialmente en Granada, al margen de los partidos políticos, aunque apoyados oportunisticamente por algunos, excepto el PSOE, Granada ha paralizado los objetivos de la Junta. Ya nadie se atreve a hablar en esa ciudad de dos hospitales con distintas carteras de servicios o con disminución de prestaciones en algunos de ellos, incluidas las urgencias.
Bien es verdad que han empezado a surgir diferencias de interpretación de los acuerdos entre algunas centrales sindicales y los sindicatos de médicos, junto a las plataformas ciudadanas en defensa de la sanidad pública, que, quizás, les hará perder fuerza, lo que, sin duda, será aprovechado por el SAS para retrasar la toma de decisiones en la linea de lo apetecido por la sociedad granadina.
A mí, como profesional sanitario y almeriense, que lleva trabajando en sanidad (pública y privada) los últimos 45 años, no me ha gustado nunca tirar del manido agravio comparativo y entiendo que, en tiempos difíciles, hay que optimizar los recursos, pero, sin embargo, siento especial envidia cuando veo como se enfrenta la ciudadanía en otros lugares para intentar resolver sus problemas y comprobar como lo hacemos el Almería, existiendo aquí, sin duda, poderosisimas razones para ser más reivindicativos que en las provincias antes citadas, en función de nuestras carencias en muchos campos, no solo en la sanidad.
¿Alguien recuerda cuánto tiempo ha estado jugando el SAS con Almería a cuenta del Hospital Materno-Infantil o el centro de salud de Pescadería? ¿Cuántos ciudadanos nos hemos movilizado al estilo de lo sucedido en Granada, Málaga, Huelva o Jaén? ¿Acaso en Almería somos distintos? O quizás, sí. ¿Para cuándo una marea blanca, o del color que sea, en Almería para alcanzar lo que se nos debe en justicia?
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