Rebelión de ex en el PSOE

Enemigos irreconciliables de ayer se unen ahora por el congreso exprés y, aunque no se atreven a decirlo, contra Susana Díaz. Ser ex une mucho

Pedro Manuel de La Cruz
01:00 • 18 dic. 2016

Conmovedor. No encuentro otra palabra mejor para definir el melancólico intento del más del centenar de militantes socialistas que se reunieron el martes en la capital para pedir la convocatoria urgente de primarias y la celebración inmediata de un Congreso. Cuando el PSOE navega azotado por la mayor tormenta vivida en los últimos cuarenta años, los últimos aguerridos del guerrismo almeriense y los renovadores renovados de sus cargos apelan a la elección inmediata del capitán antes que a cegar las incontenibles vías de agua que están hundiendo la nave. 
En una situación de extremada complejidad como es la que atraviesa el PSOE, la vieja guardia y algunos renovadores destronados coinciden en anteponer el punto de llegada al punto de partida. Lo importante es ponerse a andar, da igual el desconocimiento de las dificultades del camino. La estrategia elegida se resume en el verso del Martin Fierro:”llegar, llegaremos; lo que no sabemos es dónde”.
En la vida- y en la política también- el Quién es importante, pero lo es más el Qué. Unas primarias y un congreso convocado, como en la película de Billy Wilder “Con Faldas y a lo Loco” hubiera divertido a parte de la militancia, pero lo que hubiera comenzado siendo una comedia hubiese acabado este domingo (18 de diciembre, fecha prevista paras las terceras elecciones), en una tragedia irremediable.  
Pedro Sánchez soñó con ser el Billy Wilder de “Con faldas y a lo loco” y, menos mal, que el comité federal le impidió ser el John Wayne de “El Alamo”. Si su delirante estrategia se hubiera cumplido, a esta hora, como los soldados del mítico fuerte tejano, la película estaría llegando a su fin y el PSOE estaría agonizando.
Lo que no llego a comprender es cómo militantes como los asistentes a la asamblea del martes continúan defendiendo el delirio que ha llevado a Pedro Sánchez al pudridero. 
Ver a Nono Amate, Consuelo Rumí, Fernando Martinez y Diego Asensio remando en la misma travesía es, como decía al principio, conmovedor. Después de mil años de odios cultivados con la maldad de los Borgia, enemigos tan irreconciliables se reconcilian en la urgencia de las primarias y el congreso exprés.
No seré yo quien niegue las buenas intenciones que les motivan, pero no puedo evitar la duda de si, lo que les mueve a muchos (no a todos) de ellos, no está más cerca del desencanto (el rencor es una palabra excesiva quizá) por el poder perdido, que la búsqueda de soluciones para que otros puedan recuperarlo en el futuro.
El PSOE es un sentimiento; es verdad; pero para muchos de los críticos de hoy fue ayer un medio de vida con nómina a fin de mes.
La asamblea del martes puede analizarse desde muchas esquinas, pero hay una que, quizá, sobresale por encima de todas y que no ha pasado desapercibida.  A muchos de los que asistieron les une una realidad: ocuparon cargos institucionales en el pasado que ya no ocupan en el presente. Seguro que es una casualidad inocente, una circunstancia neutral, un detalle sin importancia.
Quienes critican a la gestora en general y, desde la ambigüedad del silencio, a Susana Díaz en particular, están, no solo en su derecho, sino en la obligación de plantar cara a la estrategia de la dirección nacional y andaluza si así consideran que es mejor para el PSOE. 
Lo que sorprende es que tan elogiable reivindicación de ahora no la exhibieran en el pasado cuando los gobiernos de Felipe, Zapatero, Borbolla, Chaves y Griñán nunca se preocuparon con verdadero interés por Almería.  
¿Dónde estaban los que ahora protestan por una cuestión interna, cuando la A 92 llegaba con diez años de retraso; el trasvase del Ebro se tiraba al mar y durante casi treinta años la provincia solo sentó a un consejero en el gobierno andaluz (por citar algunas cuestiones, estas sí, en las que la provincia se jugaba el futuro)? Estaban en el gobierno central, en el congreso, en el senado, en las alcaldías, en el parlamento andaluz y en las delegaciones provinciales de la Junta.
Durante aquellos años ninguno de los que ahora se apresuran a reclamar urgencias hizo una sola crítica -una sola- al poder madrileño o sevillano que imponía, sin rubor y con descaro, a secretarios generales, candidatos electorales a los parlamentos y a las alcaldías y a cargos institucionales.
Es verdad que algunos de los asistentes a la asamblea ocupan en la actualidad cargos institucionales- poco más de media docena de los 45 alcaldes y 439 concejales que tiene el PSOE en la provincia-, pero son muchos más los que ocuparon cargos y ya, como escribió Quevedo son “un fue y un será y un es cansado”. Claro que en el caso de los demandantes de urgencias el concepto de cansado podría ser sustituido mejor por el de irritado.
La protesta siempre es legítima. Pero es más creíble si se hace cuando se tiene el poder y no cuando se ha perdido.
   


 







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