Todo llega, y ya huele a Navidad, en realidad desde hace tiempo. Cada vez adelantamos más la parafernalia de la Nativitas: el nacimiento de Jesús de Nazaret. A veces, con tanto bombo, mercadotecnia y perfume embriagador, se nos olvida la esencia del tarro y cotarro. Por imperativo de la globalización y del anglosajonismo capitalista, donde desde septiembre están cantando Jingle bells, anda uno en estos paralelos más cálidos del globo terráqueo en bañador en el Mercadona, y sin comerlo ni beberlo, con los mantecados expuestos; y es tal el empalago que no te suena “el hilo musical a música celestial”, pero sí se te atraganta el dulce en el gaznate, con la boca llena de mazapán diciendo Zaragoza hasta la arcada.
Escatologías aparte, lo que está claro es que la Navidad va tomando distinto cariz según creces. Cuando eres un zagal este periplo del 22 de diciembre hasta el 6 de enero es un mundo de color. Las primeras vacaciones escolares del año, de reunión familiar (siendo niño no tienes que plantearte más: tiempo por delante y regalos). Llega la adolescencia, y la cosa va cogiendo derroteros de pura y dura diversión. Recuerdo también con nostalgia esos desfases que en menos que cantaba un gallo montábamos, preparados para una guerra festiva en tiempo de paz... Vamos creciendo, y la mesa va cambiando de rostros. Unos se nos van, y estas fechas compartidas son memoria, y otros, los locos bajitos de la casa, te reconcilian con estos días agridulces, y a veces muy agrios. La Navidad es una moneda, tiene cara y cruz, y según cae, así cuenta cada uno como le va el azar. Es respetable, faltaría más, la no empatía con la fiesta. De hecho si encuestas, ves que cada vez más adultos somos los que estamos deseando que pasen estos días de felicidad por imperativo emocional. Pero bueno, intentamos ver el vaso medio lleno, y seguir lanzando la moneda para ver la cara más veces que la cruz. En estos días volverán a casa los que estén lejos, y puedan, con soniquete de anuncio de turrón. Seguro que aparece Raphael con su tam tam. Los malos tragos se regarán con vino, y encontrarás momentos agradables en el péndulo: desde ir de belenes con tus niños a tomarte unos Jack Daniels con tu colega, (con Ilegales o Elvis de fondo), hablando de libros que los Reyes Magos a lo mejor traerán.
Mi deseo, que ustedes lo pasen moderadamente bien. Si beben no conduzcan, y lancen la moneda las veces que haga falta. Es Navidad, y fíjense, por no perturbar sensibilidades en mi trabajo se hurtó la posibilidad de un nacimiento, para no herir a otras confesiones; y de un abeto, supongo para no herir a los ecologistas. A veces el “buen rollismo político” se ahoga en su estupidez. Ya no saben que inventar: que si solsticio, que si fiestas de invierno,... para no llamarla Navidad.
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