El año que se nos viene

“Cuando se desata la incertidumbre, el miedo se adueña de la situación”

Antonio Felipe Rubio
23:40 • 22 dic. 2016

En las postrimerías del año suele generalizarse un balance global de lo acaecido y, lo más arriesgado, aventurar lo que puede ocurrir en el año venidero en función de las experiencias vividas. El recurso más utilizado para los vaticinios se fundamenta en la estadística aplicada, por lo general, a la evolución de la economía y su impacto en los sectores productivos que redundan en el pulso social de las naciones más sensibles a la globalización y con grandes intereses cruzados. Pero existe un componente que puede destrozar cualquier bienintencionada previsión estadística: el vuelco político. Evidentemente, las convulsiones socioeconómicas (crisis) producen un desencanto que induce a excursiones intelectuales tan atrevidas como llegar a renegar del sistema político y económico para abrigar nuevas esperanzas en territorios de dudosa estabilidad.
Las prospecciones anticapitalistas y las experiencias populistas; en definitiva, nuevas versiones de fascismo y demagogia, son la consecuencia de algo tan extendido en la naturaleza como es el oportunismo. Los leones cazan una vez detectada la presa más débil. Los lobos lo hacen en manada mediante asedio y extenuación de la pieza. Y cuando se conjuga el asedio incesante y el oportunismo ante la debilidad revelada, la víctima está servida.
Las muestras de debilidad de la sociedad occidental ante el oportunismo interno (populismo) y el asedio externo (amenaza yihadista) no son argumentos que propicien un buen futuro si, además, nos encapsulamos en la autocensura y el optimismo antropológico.
Cuando se desata la incertidumbre, el miedo se adueña de la situación. Y, esperando su oportunidad, aparecen las soluciones más radicales que se sustancian en estrepitosas salidas hacia el extremismo de izquierda o derecha; tanto da igual a efectos prácticos caer en dictadura comunista o fascista, los efectos son idénticos: pérdida de libertad y administración de la miseria.
Entre los indeseables extremos ideológicos se desenvuelve un segmento moderado que se debate en permanente ambigüedad: inseguros, melifluos, dubitativos… y con el cálculo de riesgo que atenaza posibles acciones audaces que trastoquen cómodas previsiones electorales. Las soluciones a veces no llegan a colmar las demandas ciudadanas por intereses sectarios y cauciones ante el riesgo de pérdida de apoyo electoral. Históricamente el masivo apoyo electoral -para bueno y para malo- surge de la toma de decisiones atrevidas de dirigentes que han logrado la prosperidad y el triunfo de la libertad; y, contrariamente, otras audacias han conducido al poder a execrables fascistas y comunistas que han logrado las mayores penurias para sus pueblos. 
La pérfida ideología monolítica irreductible ya queda reducida al patrimonio del resabio revanchista, odio acumulado, iluminados revolucionarios e ignorantes desgraciados conducidos por el oportunista ansioso de poder y protagonismo que los puede manipular desde posiciones ideológicas rompedoras o desde la irracional impregnación religiosa. 
No es la primera vez que se orilla como germen de la amenaza yihadista la irracional manipulación religiosa. La religión también es una ideología que profundiza con mayor fuerza abundando en fanatismos que han jalonado la interminable historia de guerras entre moros y cristianos. Perseverar en el optimismo antropológico y la alianza de civilizaciones, aún y a pesar de ser víctima y objetivo de la reiterada violencia que nos masacra, es el peor indicio para abrir puertas a la libertad y la seguridad. La democracia no puede encontrar su solución en amurallar y empalizar sus emplazamientos públicos donde desarrollar sus señas de identidad, cultura y tradiciones. Y el enemigo no siempre aguarda extramuros; dentro, incluso insertos en el Sistema, se destruye y se anima a la destrucción con demoledora eficacia. 







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