Todos sabemos -o deberíamos saber- que el periodista no debe ser protagonista de la noticia. ¿Pero puede serlo el periodismo en la España de hoy? El maestro de periodistas Miguel Ángel Bastenier constata en el diario El País que "nunca probablemente había reinado en el público un volumen parecido de crítica a los medios de comunicación", ya que "nunca tantos ciudadanos habían considerado a los periodistas, así en bloque, vendidos, la voz de su amo y siempre de un mal amo, tramposos, limosneros a costa de lo que ahora se llama 'tráfico en las redes', para generar una publicidad que es hoy bien escasísimo". Bastenier ha sido valiente al decirlo, sobre todo por escribirlo en El País. La principal diferencia está en que Miguel Ángel Bastenier lo escribe con un lenguaje culto y en las redes se dice a menudo de manera procaz, lo cual suele restar credibilidad a los mensajeros. Tiene razón Bastenier: los periodistas, el periodismo, los medios, la prensa... cotizan -cotizamos- a la baja, del mismo modo que los políticos, los jueces y tantos otros profesionales y sectores, empezando por la banca. Es una crisis en toda regla, cuya superación empieza por reconocerla sin palabras edulcoradas. El hecho de que El País haya publicado este artículo tan profundo y valiente de Miguel Ángel Bastenier supone precisamente un halo de esperanza, que ojalá contribuya a una reflexión más amplia sobre una crisis, la del periodismo, que tal vez no es exagerado asociar a la crisis de la propia democracia, porque sin periodismo, sin buen periodismo, profesional e independiente, no hay democracia. Dar una receta balsámica para un problema tan grave -no sólo para los periodistas, sino para toda la sociedad- supondría caer en una tremenda osadía, pero como primera aproximación no estaría mal introducir la denuncia pública de Miguel Ángel Bastenier en la agenda de los grandes cambios pendientes: léase la reforma constitucional, la lucha contra la desigualdad y la pobreza, el combate del paro o el control de la corrupción y el fraude fiscal. Puede que haya gente que no lo asuma, pero la crisis del periodismo -mejor dicho, la ausencia de periodismo y la inflación de eso que algunos llaman comunicación, tirando de argumentario- amenaza la curación de una sociedad enferma. Hacen falta muchas Giannina Segnini. También muchos Bastenier. Y al menos unos cuantos Kapuscinski.
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