Estoy bajo el balcón de las Casa de las Mariposas, en Almería, y espero la aparición de los Magos de Oriente. Tengo cuatro años, la edad pintiparada para recibir los juguetes de manos de los reyes Melchor, Gaspar y Baltasar. Si existe algún ´ momento delicioso en esta vida es aquel en que sorprendemos a los niños mirando los regalos tantas veces soñados. Luego crecemos y nos enteramos que los Reyes son los padres y que los niños no vienen de París. Por eso hay que conservarse niño siempre como yo me siento en esta tarde a la espera de que pase la Cabalgata. En mi caso todavía no se ha dado la guerra civil. Tampoco conozco el hambre de la posguerra ni la cartilla de racionamiento. Nada sé tampoco de aquello que llamaron franquismo que fue se prolongó más de cuarenta años. Pensar que había navidades en que, lejos de alegrarnos por la venida de los Magos, nos íbamos a celebrar las fiestas el PCE como signo de progreso ya dice bastante de nuestra situación en este mundo. . Pero, bueno. Esta tarde no quiero crecer. No ha llegado tampoco la transición que tantas esperanzas encendió entre los jóvenes. SE dice que la fiesta de los Reyes Magos no está bien documentada todavía por los historiadores. Hay quien duda de que tal suceso tuviera lugar alguna vez. De todas maneras tratándose de magos bien pudieron mutar la realidad y hacernos creer que lo del oro, el incienso y la mirra fue auténtico. Pero es igual. Yo en esta tarde de enero del 2O17 sigo teniendo cuatro años. Todo lo que he vivido hasta ahora es como una niebla que se levanta sobre el río de mi vida. En la imaginación se me cruzan los juguetes de entonces con los de hoy. Ahora lo que piden los niños son clones para volar por el espacio con mando a distancia. En mi niñez no pasábamos de una pelota de trapo, un camión boquete o una bicicleta como mucho. Pero, en fin, no le demos más vueltas. Qué hermosa es la sabiduría inconsciente. Los niños de hoy no saben que hay en este momento diez y siete mil policías recorriendo todas las ciudades españolas para un programa de máxima seguridad frente al terrorismo. Pase pues la cabalgata. Pasen los Gigantes y Cabezusos. Pasen también los emisarios de sus Majestades. No sé cómo será el desfile este año pero recuerdo Cabalgatas memorables cuando tras las carrozas pasaban elefantes y otros habitantes de la selva para mí desconocidos. Sigo teniendo cuatro años y no me atrevo a recoger caramelos por si me pisan.
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